La dura conquista de la Nueva Francia comenzó en el año 1534, cuando Jacques Cartier pisó por primera vez las tierras que bordean el río St. Laurent. El proceso fue largo y extenuante. Las primeras colonias tuvieron que enfrentarse a un clima hostil y a las estrictas directrices religiosas de sus gobernantes. Con el tiempo se constituyeron las principales urbes que hoy en día conocemos: Quebec, la actual capital de la provincia del mismo nombre, y Montreal, fundadas en 1608 y 1642 respectivamente.
Hoy en día la provincia de Quebec es una amalgama de culturas, con una historia marcada por la mano férrea de la iglesia católica, seguida por una derrota cultural frente a los ingleses que se entrelaza con un presente multicultural donde musulmanes, ateos, y cristianos conviven en un ambiente altamente diverso.
Dicho carácter heterogéneo resalta, no sólo en la sociedad, sino también en el tejido urbano y en la arquitectura de las ciudades de la provincia. Tomemos como ejemplo la ciudad de Montreal con su viejo puerto y sus calles empedradas que parecen sacadas de una postal de Europa, con sus miles de iglesias regadas por los barrios y en las grandes avenidas, pero también con una vasta comunidad de inmigrantes de todas partes del mundo que estudian en las universidades, que emprenden negocios y constituyen familias.
Irónicamente, para el ojo de un extranjero que recorre despreocupado las calles de Montreal, ninguna de esas realidades sale tanto a relucir como lo hacen las antiguas fábricas industriales que un día animaron la ciudad. El furor industrial de épocas pasadas que vivió esta ciudad quedó impregnado en el aire, desdoblándose entre la cultura francesa y la imposición anglosajona.
Encima de esa capa robusta de urbanismo industrial se posan, como un tercer protagonista, el concreto y el vidrio de la modernidad, que terminarán por invadir el downtown de la ciudad y dibujar la silueta actual de la urbe con impresionantes puentes y autopistas.
Ante este panorama de múltiples capas de urbanismo e historia, ¿cuál es el patrimonio construido que define la identidad de la provincia? Podrían ser las casas de campo de la Nueva Francia, o las miles de iglesias católicas que aún persisten – y que no necesariamente despiertan buenos recuerdos en los lugareños. Otra opción son las grandes obras de la modernidad campante del siglo XX, o las fábricas de la era industrial, ahora vacías y abandonadas. En resumen ¿cuáles son esos edificios o construcciones que los quebecos tiennent à coeur, es decir, aquellos que valoran y aprecian, que defienden como suyos?
Francamente no alcanzo a imaginar el peso que debe infringir el melancólico lema de la provincia quebeca que dicta: je me souviens (yo recuerdo) sobre la espalda de sus habitantes. Yo me acuerdo ¿de qué, de dónde?
Para adentrarnos en el tema se discutirá, en primer lugar la situación general del patrimonio arquitectónico en la provincia entera y, en segundo lugar, el caso particular de Montreal, una ciudad constituida de retazos de historia y de patrimonio, cada uno de ellos testimonio de una época distinta con sus propias ambiciones e ideales. Este será un ejercicio para tratar de entender cómo se constituyeron las múltiples capas de la ciudad a través del tiempo y, por último, cuestionar la relación que establecen los ciudadanos con su patrimonio urbano.
El patrimonio arquitectónico en la provincia
Empecemos por la mala noticia: el patrimonio de la Nueva Francia, el de la conquista, de las casas de campo con niveles enteros bajo tierra destinados al resguardo de la cosecha agrícola, de casas sencillas y familiares con fachadas de piedra y techos inclinados, el más antiguo de Quebec, actualmente se encuentra en altísimo riesgo de extinción.
La falta de interés de las autoridades y el atractivo de los nuevos desarrollos urbanísticos impulsados por promotores inmobiliarios han llevado al patrimonio de la Nueva Francia a un estado de abandono deplorable, lo que ha conducido a que muchas historias terminen en demolición. Un ejemplo de esto es la casa Paquet, para la cual la municipalidad de la ciudad de Quebec acaba de aprobar un permiso de demolición.
Dicha casa fue habitada por la familia Paquet desde 1698 hasta el presente siglo. Se trata de una casa excepcional del estilo de la Nueva Francia que alberga la historia de ocho generaciones de una misma familia. Por más absurdo que parezca, las autoridades aprobaron la demolición aún admitiendo en una declaración pública que, a pesar de algunas modificaciones hechas a lo largo de los años, y considerando su antigüedad, la casa posee: «un buen valor patrimonial y un excelente potencial de revalorización». Insólito e incomprensible.
Foto: Société d’histoire de la Haute-Saint-Charles.
Tampoco se escapan de la negligencia política y del abandono construcciones de otras épocas y estilos, desde edificios residenciales de Art Nouveau como los Apartamentos Riga en Montreal, pasando por la bellísima iglesia Saint-Coeur-de-Marie en la ciudad de Quebec que data de 1918, hasta hermosas casas de campo como la Villa Livernois (foto de portada) erigida en 1905 en la ciudad de Quebec, al borde del río St. Charles. La realidad es que el patrimonio de la provincia está siendo arrasado. El urbanista Guillaume St. Jean explica a LeDevoir en una entrevista realizada el pasado mes de enero que sólo en el año 2019 se identificaron 93 edificios de interés patrimonial que fueron demolidos en la provincia. A este ritmo las nuevas generaciones no tendrán la más mínima idea de los inicios de su propia cultura arquitectónica. No quedará rastro.
El caso de Montreal y su paisaje heterogéneo
Otra víctima del olvido es la estación de bombeo Craig en Montreal, erigida en 1887 con el fin de proteger a la ciudad de inundaciones, que ha quedado incómodamente arrinconada bajo la sombra de la modernidad, representada por el emblemático puente Jacques Cartier, inaugurado en 1930. El pequeño edificio del final de la época industrial, a pesar de que figura en las listas de construcciones de interés patrimonial de la ciudad, ha estado abandonado por tres décadas.
La organización privada sin fines de lucro Heritage Montreal lamenta la negligencia de las instituciones municipales. Recientemente las autoridades anunciaron que, debido al delicado estado del edificio, el mismo será desmantelado y se procederá a analizar cuáles piezas arquitectónicas se podrán salvar. Las instalaciones subterráneas que acompañan al peculiar edificio serán mantenidas en su lugar, enterradas al filo del olvido.
Foto: Jacques Nadeau, Le Devoir.
Como lo demuestra la foto, el paisaje construido de Montreal es altamente heterogéneo. Algunas malas decisiones, propulsadas por el brillo enceguecedor de la modernidad, han sido uno de los principales causantes de estos incongruentes paisajes.
Este fenómeno no es algo nuevo: muchas otras ciudades del continente americano sufrieron también los destrozos del movimiento moderno durante el siglo XX. De Buenos Aires hasta Toronto, miles de toneladas de asfalto y concreto fueron derramadas como el caudal imparable de un río para crear una infinidad de autopistas y puentes, amparadas por la modernidad y el progreso. Arrasando con lo que consiguieran a su paso, algunas autopistas como la Spadina Expressway en Toronto terminaron por dividir comunidades enteras. La voracidad de las grandes obras de infraestructura moderna desafiaba la prevalencia de las edificaciones de épocas pasadas y de comunidades existentes.
En el caso de Montreal, por más autopistas, viaductos y puentes que se erigieran, la huella de la época industrial vivida en esa ciudad es demasiado robusta como para borrarla. Hoy día sus grandes muros de ladrillos rojos siguen al desnudo, infranqueables, imprimiendo un carácter fuerte a muchos sectores de la ciudad.
La visión de las nuevas generaciones urbanas
Es justamente entre las nuevas generaciones urbanas que se vislumbra un claro en el panorama: el patrimonio industrial de la ciudad está cobrando cada vez más atención de los jóvenes emprendedores y, por ende, de la economía. Barrios enteros como el Quartier St-Henri, un sector industrial desfavorecido y hasta no hace mucho dejado de lado, está ahora resurgiendo lentamente como un hub de artistas, artesanos, nuevas empresas, y hasta familias jóvenes que apuestan por regenerar la ciudad.
¿Será capaz esta nueva generación multicultural, pero de raíces empecinadas en la francofonía, de crear un nuevo sentido de pertenencia para los quebecos a través del rescate del patrimonio industrial de la ciudad? ¿Se acordarán estos jóvenes citadinos de las humildes casas de campo de piedra y cosecha, o quedarán definitivamente enterradas en el pasado?
Foto: Carla Rincón.
Foto de portada: Jean-François Nadeau, Le Devoir.
3 comentarios
EXCELENTE ARTÍCULO, APORTA INFORMACIÓN INTERESANTE Y VALIOSA DE MANERA ATRACTIVA.
Excelente artículo. Es prioridad conservar las raíces, gentilicio y patrimonio cultural de los pueblos. Felicitaciones!
Excelente el conocimiento de la arquitectura, de las ciudades y cultura canadienses. De Quebec que tiene su raiz francesa y Montreal que tiene raiz francesa e inglesa donde se hablan los dos idiomas y todos conviven em armonía. Conviven tambien con sus diversas religiones cosa que ya sucede en muchas ciudades alrededor del mundo.