Apuntes sobre gentrificación

¿Es la gentrificación buena o mala? Todavía nadie sabe con certeza… y eso está bien.

Una aproximación rápida a la gentrificación

A pesar de ser un término que está en boga, la gentrificación aparece descrita por primera vez en el año 1964 cuando la socióloga Ruth Glass describió cómo en el barrio de Islington, en Londres, la clase media británica comenzó a poblar zonas de clase obrera, revalorizándolas en el proceso. Desde su origen, hablar de gentrificación es hablar de desplazamiento forzoso a través de la expulsión involuntaria de grupos de menores recursos por la llegada de otros grupos sociales, siendo éste el punto clave de este proceso y alrededor del cual se centran también las disputas sociales vinculadas con el fenómeno.

No obstante, hoy día diversos autores proponen y argumentan una variedad de causas para este proceso. Así, la gentrificación puede producirse desde la operación del estado, la migración de una clase pudiente a barrios pobres o a operaciones inmobiliarias, por mencionar los más importantes. En este contexto, el desplazamiento es el síntoma principal que anuncia el proceso gentrificador.

Asimismo, los efectos de la gentrificación no sólo han sido económicos, sino también políticos. Este fenómeno ha puesto de manifiesto las crecientes desigualdades existentes en las ciudades y los procesos que están acentuándolas, profundizando conflictos raciales (como en Estados Unidos) y de clases (como pudiera ser el caso de Latinoamérica).

Un ejemplo de este proceso, sobretodo desde la operación inmobiliaria, puede verse en Santiago de Chile. Aquí, es el desarrollo inmobiliario el fenómeno dinamizador de la gentrificación en la ciudad. En este caso, el desarrollo del suelo en edificaciones en altura genera desplazamiento de poblaciones de menores recursos desde el centro y el pericentro hacia los bordes de la ciudad, potenciado también por la escasa oferta de viviendas asequibles en lugares atractivos.

Otras perspectivas de la gentrificación

Durante el 2019, dos estudios realizados en EEUU arrojaron resultados que buscan desmitificar el fenómeno. El primero, del mes de mayo, parte de la siguiente hipótesis: ¿puede la gentrificación desplazar a niños pobres?. Para descubrirlo, se analizaron datos de Medicaid (sistema de salud pública de EEUU) para hacer un seguimiento de niños pobres en Nueva York durante 7 años (del 2009 al 2015). Los resultados que arrojó el estudio fueron los siguientes: (1) los niños que vivían en zonas gentrificadas no fueron más propensos a mudarse que los niños en zonas sin gentrificar; (2) los niños que vivían en zonas gentrificadas redujeron sus niveles de pobreza más que los niños en zonas sin gentrificar; incluso (3) los niños que se mudaron terminaron en barrios no peores de los cuales provenían.

En julio de ese año, el segundo estudio analizó los efectos de la gentrificación en el bienestar y oportunidad de residentes originarios adultos y jóvenes. El estudio utilizó microdata censal para analizar los impactos de la gentrificación obteniendo los siguientes resultados: (1) a pesar que la gentrificación incrementa la migración a otros barrios hasta un 10%, comparado con la línea base, esto afecta de igual forma a los habitantes pobres y no pobres y, al igual que en el estudio anterior, quienes se mudan no terminan necesariamente en un peor barrio; y (2) los barrios gentrificados mejoran en varias dimensiones relacionadas con la oportunidad, al aprovechar los beneficios que trae este proceso.

En general, estos dos estudios arrojan nuevas luces a la discusión, las cuales ponen en entredicho muchos de los argumentos centrales de la gentrificación como se conoce hoy día.

Cerro Alegre en Valparaíso

«We are not hippies, we are happies». Cerro Alegre, Valparaíso. Foto: David Stanley – Flickr.

Pensamientos finales

Estas dos miradas, aparentemente contradictorias, representan un reto y una oportunidad de seguir explorando la gentrificación como un concepto fluido que amerita un análisis más profundo. Cualquiera sea la posición que se tome al respecto, positiva o negativa, existen algunos puntos e interrogantes para dejar en la conversación. Aquí unas apreciaciones:

  1. La gentrificación sigue siendo un concepto en desarrollo: en los estudios mencionados, el concepto de gentrificación varía. Aunque se considera generalmente que la gentrificación es la entrada de grupos de mayores ingresos a zonas pobres, existen diversos procesos que se equiparan con gentrificación y que pueden no serlo: el desarrollo inmobiliario, el aumento del costo de vida, el dinamismo propio de los barrios, la renovación urbana, los cambios de usos de suelo, entre otros, todos factores diversos y complejos en sí mismos. No todos pueden ser gentrificación al mismo tiempo. Sigue siendo poco claro sobre a qué nos referimos con gentrificación y, más importante, qué hacer al respecto.
  2. La gentrificación también tiene impactos positivos: los estudios citados contradicen la tesis que iguala la gentrificación con la expulsión. Incluso en casos en los que la gentrificación efectivamente desplaza, es complejo aludir a este fenómeno como argumento para evitar el desarrollo de la ciudad, sobretodo tomando en cuenta los impactos positivos que tiene en los más pobres que se quedan y la dificultad de medir el posible impacto negativo de los pobres que se van.
  3. La pobreza urbana sigue siendo un problema serio en nuestras ciudades: más allá de las dinámicas que van transformando sin parar nuestras ciudades, un problema sigue siendo palpable: la riqueza y la pobreza urbana cada vez están más concentradas. Por un lado, y como sucede en Chile, estas desigualdades están generando quiebres sociales que deben ser atendidos desde lo urbano también; por otro, como argumenta Raj Chetty, el lugar donde vivimos es determinante de nuestra movilidad económica en el futuro, por lo que es fundamental acercar a las personas a las oportunidades y las oportunidades a las personas.
  4. La gentrificación se ha transformado en una traba para la mejora de la ciudad: por último, pero no menos importante, las transformaciones necesarias para mejorar la calidad de vida, la competitividad, el acceso a oportunidades, y un sinfín de beneficios urbanos, están siendo truncados desde dos frentes. Los NIMBY (Not-in-my-backyard; no en mi patio trasero) clase media, media alta y alta, que usan la bandera de la gentrificación para evitar que otros sectores puedan acceder a sus enclaves urbanos; y el resto de los pobres urbanos que se niegan a cualquier mejora por miedo a ser desplazados.

Estudiar la gentrificación en Latinoamérica plantea desafíos adicionales, principalmente por las diferencias en el proceso de urbanización con respecto a los países de donde se origina el término y la mayoría de sus estudios. Sin embargo, lo que queda claro es que a pesar del crecimiento económico de la región, las brechas urbanas difícilmente se han reducido, haciendo cada vez más necesario aplicar políticas urbanas que, en muchos contextos, se suponen dan inicio a procesos gentrificadores. Así, los pronósticos apuntan hacia ciudades cada vez más fragmentadas con focos de miseria y prosperidad, que nos obliga a ponernos de acuerdo de una vez por todas si la gentrificación es un problema o una solución y a actuar en consecuencia.


Foto de portada: Matt Brown. Flickr.

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