Cómo Montreal me ayudó a tener una vida más eco-responsable

Las políticas de la ciudad transformaron mi enfoque profesional y hábitos diarios.

Como arquitecto y urbanista, soy una fiel creyente de que el medio en el que vivimos influye en nosotros y posee la capacidad de cambiarnos. ¿Alguna vez te has preguntado cómo sería tu vida si fueras un ciudadano de Tokio, de Nueva York o de Río de Janeiro? Obviando las infinitas posibilidades que nos ofrece la globalización, dudo mucho que viviendo en Río de Janeiro te vuelvas un aficionado del hockey o del snowboard; irías, más bien, a inmensos estadios de fútbol y jugarías volleyball en la playa. Tus gustos, tus preocupaciones y hasta tus ideologías podrían variar según el contexto al que te enfrentas. Pues así mismo fue como mi estilo de vida cambió cuando me mudé de Caracas a Montreal. 

A pesar de contar con una formación en arquitectura y vivir en un país bendecido con un fabuloso clima tropical, debo admitir -no sin algo de vergüenza- que poco trabajé por cuidar y proteger el medio ambiente, pocas veces me detuve a reflexionar cómo podía sumar fuerzas en la lucha contra el cambio climático y no estaba consciente de que se podía vivir de una forma más sustentable. Amaba y admiraba la naturaleza, por supuesto, aprobé un curso en la universidad titulado “arquitectura y ambiente” y me sentía más o menos capaz de adaptar mis proyectos a distintas geografías. Hasta ahí llegaba mi escueta comprensión y conocimiento de lo que podía ser una vida sustentable.

A pesar de que está lejos de ser una ciudad ideal, es la perspectiva de sus habitantes, el esfuerzo de las autoridades y el estilo de vida que aquí se profesa, que han provocado en mí un viraje a la sustentabilidad y la eco-responsabilidad.

Con el tiempo la vida me ofreció nuevos escenarios para ampliar y sensibilizar mi visión: tuve la oportunidad de trabajar en un invernadero y aprendí a cultivar, a arar la tierra y a cuidar plantas; luego me mudé a Europa y aprendí a diseñar edificaciones pensadas para el aislamiento térmico, y a reconocer el valor del calor y la luz del sol para la vida en la tierra. Pero nada se compara con el cambio que ha provocado en mí la ciudad de Montreal. A pesar de que está lejos de ser una ciudad ideal, es la perspectiva de sus habitantes, el esfuerzo de las autoridades y el estilo de vida que aquí se profesa, que han provocado en mí un viraje a la sustentabilidad y la eco-responsabilidad.

Hoy en día porto la acreditación de LEED Green Associate, una acreditación creada por el US Green Building Council que permite certificar edificaciones y desarrollos urbanísticos que cumplan con ciertos estándares de construcción ecológica y sustentable. Trabajo como coordinadora de proyectos en desarrollo sustentable para una firma de arquitectura y urbanismo, compro e intercambio ropa de segunda mano en una tienda local, me traslado en bicicleta -cuando el clima me lo permite-, prefiero los productos locales cuando hago las compras y trato de reducir al máximo las pérdidas de alimentos en casa. Tal vez sonará como poca cosa, y por supuesto que ya hay millones de personas en el mundo que viven de este modo, sin embargo, para mí esto significó cambios en mis hábitos de vida y empezar a tener reflexiones y conversaciones que no había tenido antes, tanto en el ámbito personal entre mis amigos, como en el medio profesional con mis colegas.

Acciones de Montreal de cara al futuro

Con una historia fascinante marcada por altibajos de grandes épocas de prosperidad y terribles décadas de pobreza, Montreal es una ciudad que ha sabido reinventarse una y otra vez. Hoy en día es una metrópoli que se siente en plena transformación diaria. Las zonas en construcción abundan, los ciudadanos se movilizan y se cuestionan sobre sus propios espacios públicos y los extranjeros llegan por montón, deseosos de instalarse en una ciudad que promete de cara al futuro. Pero, concretamente ¿qué está haciendo Montreal para sumarse a la lucha contra el cambio climático y para prepararse para el futuro? 

Podemos empezar listando el gesto político tan mencionado por los medios de prohibir el uso de cierto tipo de bolsas plásticas en tiendas, ley aprobada en el año 2016 y puesta en marcha desde el 2018. En el mismo orden de ideas, el gobierno federal de Canadá piensa prohibir utensilios plásticos y de un solo uso para finales de este año. Sin embargo, las medidas para crear un Montreal más sustentable empezaron mucho antes. En el año 2009 se puso en marcha el sistema de bicicletas Bixi, un proyecto apoyado por la municipalidad que promueve el uso de la bicicleta como una alternativa de transporte ecológico y sano para los montrealeses. Hoy en día Bixi Montreal es una red ampliamente utilizada por la población, conformada por 610 estaciones que ofrecen 8.270 bicicletas en toda la región metropolitana.

Estación Bixi

Foto: Michel Bussieres.

De cara al futuro, la municipalidad acaba de publicar su último documento de orientaciones hacia una ciudad más ecológica y sustentable: El Plan Climat Montreal 2020-2030 tiene como gran objetivo alcanzar la neutralidad en emisiones de carbono para el año 2050. De esta forma, la ciudad de Montreal ratifica su compromiso con el acuerdo de París y se une al grupo de ciudades que, como Londres, París, Toronto y Nueva York, tratan de sumar esfuerzos para luchar contra el cambio climático.  El Plan Climat Montreal 2020-2030 es un extenso documento que propone lineamientos fundamentales para reducir las emisiones de carbono, como la actualización del parque inmobiliario de la ciudad, creando nuevas exigencias de ahorro energético para edificios y privilegiando la renovación sobre las nuevas construcciones. El plan también se enfoca en la formación de los montrealeses y en la promoción de hábitos de vida eco-responsables. Acciones claves como reducir el desperdicio de alimentos son presentadas como un compromiso colectivo, sustentado en la responsabilidad de cada individuo y la solidaridad entre los ciudadanos. En efecto, el interés de la población y la voluntad de los empresarios locales se considera esencial para avanzar hacia la meta. Dicho eso, el organismo sin fines de lucro Aliments du Québec ha puesto su esfuerzo desde el año 1996 en promover la comercialización y el consumo de los productos locales. 

Publicidad de Aliments du Québec en una Parada de bus

Foto: Grenier.

La ciudad de Montreal también posee una serie de planes para ampliar y transformar su oferta de transporte público. Cabe mencionar el megaproyecto de una nueva red express de tranvía llamada REM, que aumentará el alcance del transporte público en la gran región metropolitana, sumado a la ampliación de la actual red de metro hacia el noreste que conectará zonas ahora desasistidas. Uno de los proyectos más ambiciosos es la progresiva electrificación de la flota de autobuses de la ciudad, proceso que ya se ha puesto en marcha. El Centro de Transporte Bellechasse, que albergará 250 autobuses híbridos de la sociedad de transporte de Montreal (STM), es un ejemplo extraordinario de innovación para la ciudad. Con todos sus espacios en un nivel subterráneo, el nuevo centro de transporte ofrecerá un parque urbano en su inmenso techo verde.

Nuevo Centro de la Sociedad de Transporte de Montreal (STM) Bellechasse

Foto: Canadian Architect.

Ahora bien, la ciudad de Montreal, sus autoridades y sus ciudadanos tienen aún mucho trabajo por delante: la lucha contra la omnipresencia del automóvil, la ocupación de terrenos baldíos, la creación de vecindarios conviviales y la autenticidad de las metas ecológicas son aspectos que siguen representando grandes desafíos. Sin embargo, cuando una ciudad demuestra tener la voluntad para reinventarse y transformarse como lo ha hecho y lo sigue haciendo Montreal, me atrevo a decir que el primer paso ya ha sido dado y lo que sigue es perseverar en el camino señalado. 

Ahora comprendo que de dónde vengo las prioridades eran otras; tal vez no aprendí de reducción de emisiones de carbono ni de islas de calor, pero sí gané experiencia buscando respuestas a los desafíos propios de mi entorno, en el que el aspecto social requería de una mayor atención y las lluvias torrenciales del trópico te permitían aprender de gestión de aguas en lluvia.  Ahora que vivo en Montreal he gozado de la oportunidad de aprender de un nuevo contexto, con sus propios desafíos. Es de admirar la atención que la población y las autoridades le brindan a la lucha contra el cambio climático y como arquitecto y urbanista es imposible no sentirse interpelado y motivado a sumar. Es por esto que puedo afirmar que ya la fibra del cambio montrealense me ha influenciado, y su efecto positivo se ha derramado tanto en mi desempeño profesional, como en mis hábitos de vida personal.


Foto de portada: Amanda Carvahlo, @amanda.carvalho.dc.

1 comentario

Neme 11 marzo 2021

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