Criptomonedas: el impacto medioambiental de la minería digital

El consumo energético asociado a las monedas digitales está socavando los esfuerzos para mitigar las emisiones de CO2.

En 2008 Satoshi Nakamoto (pseudónimo) ideó un tipo de moneda digital que, tan solo una década después, ha alcanzado una capitalización de mercado récord que ha dejado atónito a más de un economista. La creación del Bitcoin supuso una nueva visión de intercambio económico, impulsando así el surgimiento de diversas monedas digitales o virtuales conocidas como criptomonedas. A diferencia de las monedas tradicionales, parte del atractivo de esta economía digital es que no está atada a fronteras nacionales y no depende de bancos centrales.

El fenómeno de las criptomonedas – bastante controvertido a medida que crece su poder económico – ha sido analizado desde múltiples enfoques por los impactos que supone en la economía, sociología, tecnología, ciencias políticas, entre otras disciplinas. Una de las aristas que ha tomado más auge en los últimos años, pero que aún no representa un foco importante en el análisis de este mercado, es su potencial impacto medioambiental. Algunos se preguntarán ¿por qué una moneda que se gestiona de forma virtual tendría repercusiones en el medio ambiente?, por lo que en principio es fundamental comprender, a grandes rasgos, cómo funciona este mundo financiero del que todos estamos al tanto pero que, en general, desconocemos cómo opera.

De las minas de oro a las minas digitales

Las criptomonedas han transitado un largo camino antes de convertirse en el elemento financiero valorado que es hoy día. Si bien el mundo económico convencional desdeñó por muchos años esta nueva forma de intercambio dado que estaba comúnmente asociada con actividades delictivas y especuladoras, la industria ha logrado un progreso significativo y se ha ido estableciendo como un espacio “legítimo”, o más bien ampliamente reconocido, dentro del mundo financiero.

La principal diferencia que presentan las criptomonedas es que no están controladas por una autoridad, como un Banco Central, ni están sometidas a distintas regulaciones económicas según cada país. Su funcionamiento, cuyo proceso se denomina “minería”, se basa en una red dispar de computadoras de forma descentralizada en donde los llamados “mineros” conectados a la red compiten para resolver complejos acertijos matemáticos con el fin de que una transacción se lleve a cabo.

Imagen: Elaboración propia.

Esta operación se realiza aproximadamente cada diez minutos y la persona que resuelva más rápido el acertijo recibe una recompensa de las nuevas monedas que se ponen en circulación, siempre que el resto de los miembros de la red confirmen que la respuesta es correcta. El principal problema es que el proceso utiliza una gran cantidad de electricidad dado que los mineros deben trabajar con computadoras con sistemas poderosos para extraer bloques y verificar las transacciones.

Dado que la minería de criptomonedas proporciona un flujo sólido de ingresos y, entendiendo que su valor se ha ido consolidando en el mercado, la cantidad de personas que están dispuestas a invertir en máquinas y procesadores de alto consumo energético para obtener ganancias de cada transacción es cada vez mayor.

Una moneda no tan sostenible

Existen múltiples controversias en torno al uso de criptomonedas en el mundo, pero para entender el impacto de estas desde el punto de vista ambiental, exponemos algunos datos para el debate:

Consumo eléctrico

Las criptomonedas requieren grandes cantidades de energía debido a los cálculos necesarios y a la cantidad de computadoras en red que están conectadas para su funcionamiento. Algunos estudios han tratado de cuantificar este consumo y, dentro de los principales resultados, destacamos los siguientes:

Una de las principales preocupaciones de los ambientalistas es que la minería tiende a volverse menos eficiente a medida que aumenta el precio de la criptomoneda. Los acertijos matemáticos se tornan más difíciles por lo que, con el tiempo, la red consumirá más potencia informática y energía para procesar la misma cantidad de transacciones.

Lo anterior ha levantado algunas alarmas, especialmente en la comunidad científica que empieza a cuestionarse en qué medida este crecimiento exponencial de la minería de criptomonedas imposibilita que se alcancen los objetivos establecidos para mitigar el cambio climático. Algunos autores han señalado que las emisiones derivadas de la energía de la minería podrían impulsar el calentamiento global por encima de 2 ºC.

Además del consumo eléctrico, los procesos mineros de criptomonedas generan una cantidad importante de desechos electrónicos en la medida en que el hardware utilizado para realizar las operaciones matemáticas se va volviendo obsoleto. Según el monitor de Digiconomist, la red Bitcoin genera entre ocho y 12 mil toneladas de desechos electrónicos cada año dado que las máquinas necesarias para operar la gran cantidad de transacciones actuales y la complejidad de los procesos que deben desarrollar, deriva en una constante actualización y nueva adquisición de aparatos electrónicos.

Bitcoin footprint

Estimaciones de consumo anual de Bitcoin. Imagen: Elaboración propia en base al Índice de consumo de energía de Bitcoin de Digiconomist

Geografía del consumo

Las plataformas mineras de criptomonedas pueden moverse de un lugar a otro en busca de energía barata, lo cual representa un obstáculo para su rastreo. La falta de estadísticas oficiales sobre el número de mineros y la eficiencia energética de las plataformas dificulta estimar con precisión el impacto ambiental de la moneda. A pesar de ello, algunos autores e instituciones se han esforzado por estimar el consumo energético asociado.

Según investigadores de la Universidad de Cambridge, alrededor del 65% de la minería de Bitcoins se lleva a cabo en China, un país que obtiene la mayor parte de su electricidad a partir del carbón. La quema de carbón contribuye de manera significativa al cambio climático como resultado del dióxido de carbono de su procesamiento.

Estados Unidos se ha convertido paulatinamente en el segundo destino preferido para la explotación de criptomonedas y ahora representa casi el 17% de todos los mineros de Bitcoins a nivel mundial. Algunos predicen que la mayoría de los mineros localizados en Norte América utilizarán energías renovables y se emplazarán en estados como Texas que tienen electricidad más barata por los subsidios a la energía eólica. Autoridades como el alcalde de Miami, Francis Suárez, apuestan por atraer mineros de criptomonedas a través de una reducción de los costos de electricidad promoviendo el suministro de energía nuclear. En efecto, a principios de este mes la ciudad de Miami lanzó su propia criptomoneda denominada “MiamiCoin”.

¿Cómo contrarrestar el impacto ambiental de este sistema económico emergente?

Aunque algunos autores han alegado que la mayoría de los estudios sobreestiman las emisiones de CO2 de las criptomonedas y que un porcentaje importante de mineros utiliza energías renovables, algunas autoridades han tomado medidas para restringir esta práctica en sus territorios. Recientemente China impuso nuevas reglas criptográficas que derivaron en una migración masiva de mineros a distintas partes del mundo. Este tipo de regulaciones ha impulsado a tomar acciones para que la minería, especialmente de las monedas más importantes como Bitcoin, ideen plataformas más eficientes en miras de obtener más potencia para el desarrollo de estas operaciones sin aumentar el consumo eléctrico.

El alto costo de la electricidad impulsará a mediano y largo plazo el desarrollo de sistemas más eficientes, sin embargo, las apuestas por reducir la huella de carbono de las monedas digitales no deben solo depender de la buena voluntad de los grandes grupos que controlan estas redes. Algunos autores han planteado distintas alternativas para establecer políticas fiscales que contribuyan a la reducción del consumo energético de las criptomonedas. La ONU también está buscando formas de evitar que el crecimiento de esta economía digital socave los esfuerzos contra el cambio climático, por lo que están apoyando iniciativas como «Crypto Climate Accord» que tiene como objetivo asegurarse que los futuros proyectos basados ​​en esta tecnología estén diseñados para consumir menos energía.

Otros autores han planteado alternativas más creativas para contrarrestar el impacto medioambiental de las criptomonedas, como la reutilización del calor residual derivado de la minería para calentar viviendas multifamiliares en Finlandia o crear diversos productos como un generador de calor (estufa) que contribuya a reducir el consumo de energía en un hogar

Instalación de procesadores para la minería de criptomonedas. Foto: Fortune.

Las nuevas granjas de la era digital

No todas las criptomonedas tienen impactos ambientales significativos; algunas de ellas ni siquiera utilizan procesos como la minería. No obstante, dado el auge que han tomado algunas monedas digitales como Bitcoin, muchos se han visto tentados a incursionar en este mundo financiero desde cualquier latitud del mundo.

Debido a que los mineros compiten a gran escala y su único costo variable suele ser el acceso y el costo de la energía, se ven incentivados a migrar a las fuentes más baratas. Ello ha derivado en que muchas ciudades que no cuentan con una red eléctrica lo suficientemente potente o estable se vean afectadas por una mayor demanda en el sistema y se generen apagones constantes por la sobrecarga.

El uso creciente de energía en la minería de criptomonedas se debe en gran parte a la enorme cantidad de transacciones y procesamiento de datos necesarios para crear y mantener la moneda digital. A medida que estas redes crezcan y se hagan más complejas, la demanda de potencia informática aumentará consumiendo más energía. Pero más allá del debate sobre el mayor o menor impacto de las criptomonedas en el medio ambiente, es importante avizorar que la tecnología de “blockchain” en la que se basa esta economía digital está siendo incorporada en múltiples industrias.

La adopción de este nuevo sistema está apenas comenzando, por lo que el debate debe ser lo suficientemente amplio para contemplar posibles acciones en torno a la producción y consumo de energía, así como en el establecimiento de estándares mínimos a nivel internacional para la operación de estos sistemas.

Desde el punto de vista del entorno construido, la minería de criptomonedas abre el debate sobre las implicaciones que tiene la instalación de las denominadas “granjas” de aparatos electrónicos. Algunas están localizadas en contextos urbanos, mientras que otras se emplazan en localidades remotas como la central de Ethereum en Islandia. En ambos casos, estas se han ido constituyendo como especies de cascarones vacíos que poca relación tienen con el entorno en el cual se instalan pero que representan un consumo energético importante que puede tensionar el suministro de este servicio en algunas ciudades. A diferencia de las antiguas localidades mineras que impulsaron la construcción de infraestructura, viviendas y equipamientos, esta nueva actividad que se desarrolla con escasa mano de obra en las centrales operativas no necesariamente promoverá el desarrollo de las localidades ni generará economías de escala en torno a esta actividad. 

Instalación minera de Bitcoin en Kazajistán. La central no guarda ninguna relación con las localidades aledañas y, además, obtiene su energía de una planta local de carbón. Foto: Enegix.


Foto de portada: Elaboración propia en base a foto de Político.

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