¿La densidad urbana influye en el impacto del coronavirus?

La engañosa relación entre las grandes ciudades y el impacto de la pandemia.

Es válido decir que casi ninguna ciudad en el mundo estaba realmente preparada para contener y protegerse del coronavirus. Sin embargo, el impacto de esta pandemia no ha sido el mismo en todos lados y ante la gran incertidumbre y desconocimiento alrededor de este fenómeno sin precedentes, muchos han acudido a explicaciones que, si bien suenan lógicas a primera vista, no necesariamente revelan la verdad.

El problema de la densidad

En los últimos meses se ha hablado mucho sobre cómo el impacto del coronavirus ha sido peor en las ciudades más densas del mundo. La hipótesis detrás de esto es que mientras más personas hayan concentradas en un mismo territorio, más fácil y rápida es la transmisión del virus. Ciertamente, la forma en la que están diseñados muchos de nuestros espacios comunes, edificios y sistemas de transporte público facilitan la propagación, pues suponen limitantes para mantener distanciamiento físico apropiado para controlar el contagio del virus.

Uno de los voceros más prominentes de este mensaje anti-densidad ha sido el Gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, quien a mediados de Marzo tuiteaba “Hay un nivel de densidad en Nueva York que es destructivo (…) Nueva York tiene que desarrollar un plan para reducir la densidad de inmediato”. Esto ocurría mientras la ciudad de Nueva York superaba la barrera de los 5 mil casos a menos de un mes de reportarse el primero.

Fuente: Twitter Andrew Cuomo.

Esta lógica aplica también a China que, con casi cinco veces la cantidad de residentes de los Estados Unidos (tercer país más poblado del mundo) y cerca del 18% de la población mundial, tiene hasta seis ciudades con más de 10 millones de habitantes. Es fácil asociar la veloz propagación del coronavirus a la gran densidad urbana de un centro industrial como Wuhan. Mucha aglomeración de personas, muchos contagiados, sencillo. Sólo que la evidencia no necesariamente lo respalda.

Revisando la evidencia

Contrario a esta hipótesis, una publicación por parte de investigadores del Banco Mundial reveló que no hay una relación estadísticamente significativa entre los altos niveles de densidad urbana en las grandes ciudades de China y los índices de contagios por cada 10.000 habitantes. Lo mismo pareciera suceder en los Estados Unidos donde, en contraste con Nueva York, la ciudad de San Francisco (segunda más densa de ese país) presentaba menos de 700 casos registrados luego del primer mes.

Visto esto, en Transecto quisimos hacer nuestro propio ejercicio comparativo para identificar alguna relación entre la densidad de las ciudades y las diferentes mediciones del impacto del coronavirus (número de casos totales, casos por cada 100 mil habitantes, tasa de fallecidos). El ejercicio consistió en obtener datos de 15 ciudades que nos permitieran capturar la realidad de múltiples contextos, aplicando estos tres criterios:

  • Considerar diferentes regiones del mundo; 
  • Que presenten un rango de densidades poblacionales diverso;
  • Disponibilidad de reportes del impacto del coronavirus a nivel de ciudad (la más difícil).

Siguiendo este criterio y ordenadas desde la más densa a la menos densa, las ciudades seleccionadas fueron las siguientes: Manila, Mumbai, Nueva York, Puerto Príncipe, París, Lagos, Santiago, Hong Kong, Madrid, Moscú, Bogotá, Oslo, Auckland, Calgary y San José. Cabe destacar que los métodos de medición y análisis de datos en cada país son muy diferentes por lo que, pese a ser suficientes para un ejercicio ilustrativo de esta índole, no presentan el rigor necesario para un análisis de carácter académico.

En el siguiente mapa interactivo puedes ubicar las ciudades que seleccionamos reflejando su densidad poblacional (tamaño del círculo) y el número de casos por cada 100 mil habitantes (tono de color). Lo primero que podemos observar es que muchas de las ciudades con diferentes densidades presentan el mismo color, es decir, han tenido un impacto similar.

Los tres gráficos interactivos ilustran la relación que existe entre densidad urbana (eje horizontal) y las tres variables estudiadas (eje vertical): casos totales, casos por 100 mil habitantes, y tasa de fallecidos (porcentaje de fallecidos del total de casos confirmados).

Si la densidad poblacional fuese un factor determinante del impacto del coronavirus, entonces los puntos correspondientes a ciudades con mayor densidad (ubicados en el eje horizontal hacia la derecha del recuadro), deberían representar más casos por 100 mil habitantes y mayor tasa de fallecidos, lo que los ubicaría en la parte superior del recuadro. Sin embargo, según los datos disponibles esto no ocurre y no pareciera haber ningún patrón claro entre los puntos de cada gráfico: los valores varían en el eje vertical independientemente de su ubicación en el eje horizontal. Esto nos lleva a descartar la idea de que las ciudades más densas son más propicias para la propagación de la pandemia.

Una explicación mucho más compleja

Que la densidad en sí no sea un determinante directo no quiere decir que no tiene ninguna relación con el impacto del coronavirus. Al margen de otros factores de suma importancia como la capacidad de respuesta del sistema de salud y la efectividad de las políticas de contención implementadas en cada región, la densidad urbana está estrechamente asociada con otros elementos de la ciudad que sí son capaces de influir en la propagación del virus y que comúnmente son confundidos por ella.

Uno de estos factores es el alto índice de hacinamiento presente en muchas ciudades que, si bien puede resultar en altas densidades, tiene por sí solo graves implicaciones sanitarias y demuestra un problema en la planificación y acceso a la vivienda. Ciudades con escasa oferta de espacios públicos y con medidas insuficientes para facilitar la movilidad segura de trabajadores esenciales, como consecuencia de la mala planificación de su densidad, entre otras razones, exponen a sus ciudadanos a condiciones donde es más fácil la propagación de enfermedades.

Asimismo, la capacidad de los gobiernos junto a distintas organizaciones civiles de controlar actividades que impliquen un riesgo para la salud pública, también ha jugado un papel determinante en el impacto del coronavirus, especialmente cuando se trata de gobiernos locales lidiando con grandes poblaciones.

En conclusión, la densidad urbana por sí sola no es un enemigo de la salud pública y, en este caso, no podemos considerarla una razón primordial del impacto que ha tenido el coronavirus en nuestras ciudades. De hecho, la densidad urbana sólo es el resultado de múltiples políticas de vivienda, transporte, e incluso de ambiente, que cuando están mal planificadas pueden poner en riesgo a su población, pero que cuando se diseñan y ejecutan correctamente permiten brindar calidad de vida y hacer mejor uso del suelo. ¿Ven que no es tan simple?


Foto de portada: Transecto.

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