Reviviendo la ciudad lineal en el desierto saudí ¿espejismo o realidad?

The Line: una nueva propuesta de ciudad que pareciera surgir de una película de ciencia ficción.

En enero de 2021 el príncipe hederero de Arabia Saudita, Mohammed Bin Salman, anunció la construcción de The Line, una ciudad artificial de 170 km de largo con múltiples comunidades interconectadas. La iniciativa forma parte del proyecto NEOM, una megaciudad de 26.500 km2 que pretende unir a costa del Mar Rojo con las montañas y valles del noroeste de Arabia Saudita (casi 4 veces el tamaño de la ciudad de Sao Paulo). La construcción de NEOM se anunció en 2017 y fue promocionada como un “laboratorio futurista viviente” de 500 billones de dólares que dependerá de energía eólica y solar.

Apoyado de una espectacular producción audiovisual que forma parte del cambio de imagen que se propone para el desierto saudí, el príncipe heredero anunció que The Line albergará a más de 1 millón de personas de todo el mundo y será una plataforma para la innovación con el fin de abordar los desafíos más urgentes de las ciudades como el cambio climático, la expansión urbana y, principalmente, la congestión del tráfico. ¿Cómo propone lograrlo?

  • Consolidación de comunidades a escala humana en directa relación con la naturaleza.
  • Usos de suelo mixto donde todo lo que necesites se localice a 5 minutos caminando.
  • Energía 100% renovable (sería la primera ciudad sin emisiones de CO2).
  • Producción de alimentos de forma sostenible y cultivados localmente en las zonas agrícolas circundantes.
  • Una capa “invisible” de infraestructura integrada con tecnología inteligente que contendrá los servicios públicos y servicios de transporte esenciales en un nivel subterráneo.
  • Una ciudad sin calles, conectada a través de un transporte masivo de alta velocidad con el fin de que ningún viaje dure más de 20 minutos. Este Hyperloop será dirigido por inteligencia artificial y se construirá de forma subterránea, debajo del primer nivel de servicios públicos esenciales.
  • Comunidades “cognitivas” gestionadas por inteligencia artificial que aprenderán continuamente formas predictivas para hacer la vida más fácil. Se estima que el 90% de los datos disponibles se aprovecharán para mejorar las capacidades de infraestructura.

Fuente: The Line – NEOM.

Más allá de los llamativos elementos gráficos que acompañan la propuesta, la peculiaridad de The Line recae precisamente en la forma que da origen a su nombre: una ciudad lineal. Al no tener calles, se enfatiza que no existirán accidentes de tránsito, lo que convertiría a la ciudad en la más segura a nivel global y en aquella con menor tiempo de traslado para sus ciudadanos. Aunque la idea parezca novedosa, The Line toma prestado varios elementos promovidos por urbanistas del siglo XIX que denunciaron los errores cometidos al diseñar ciudades en torno a los automóviles y no en función de las personas.

¿Idea innovadora o reinvención de viejos ideales urbanos?

En los albores del urbanismo moderno emergieron varias ideas para organizar las ciudades. Aunque muchas de ellas tenían un carácter semi utópico, resonaron con fuerza en las discusiones sobre planificación urbana. Una de ellas fue la “Ciudad Lineal” del urbanista español Arturo Soria y Mata en 1882.

Frente a la necesidad de descongestionar los centros urbanos y promover un urbanismo centrado en el contacto con la naturaleza, Soria propuso que Madrid se constituyera en una ciudad alargada en torno a una gran avenida de 50 metros de ancho que albergaría el tranvía eléctrico. Calles transversales servirían de conexión entre la gran avenida y las viviendas, conformando manzanas de formas regulares. Como uno de los preceptos principales de Soria era ruralizar la vida urbana y urbanizar el campo, de la superficie total de la ciudad un quinto (1/5) estaría destinada a la construcción de viviendas y el resto a tierras de cultivo.

Fuente: Revista de Arquitectura COAM.

Con esta configuración, Soria estimaba que esta línea de extensión urbana indefinida funcionaría como niveladora de los precios del suelo y que ricos y pobres compartirían los mismos espacios. Los precios irían disminuyendo en la medida en que se alejaran de la gran avenida que albergaría la vía férrea, columna vertebral de la ciudad. 

A pesar del atractivo teórico que tuvo en aquella época, el plan de Soria para Madrid solo logró constituirse parcialmente. La expansión urbana de la ciudad rodeó aquella vía principal propuesta por el urbanista español, desapareciendo así la idea de consolidar toda la riqueza urbana en torno a una línea extendida. Pero sus preceptos e ideales fueron adoptados y adaptados por muchos otros planificadores y entusiastas del urbanismo moderno. En 1928 se fundó en París la Asociación Internacional de Ciudades Lineales y retazos de esta propuesta pueden encontrarse en proyectos urbanos como la expansión de Londres, la reconstrucción de Bélgica, la extensión de París y los modelos urbanos de las ciudades soviéticas como Stalingrado.

En la actualidad podemos afirmar que casi todos los proyectos de renovación urbana contemplan la implementación de bulevares en torno a líneas de transporte masivo que permite una mejor jerarquización y conexión de las centralidades urbanas. En efecto, el modelo TOD referido al desarrollo urbano orientado al tránsito (Transit Oriented Development) es una versión moderna y adaptada al contexto actual de las teorías de Soria.

Entre el ideal y lo factible

Si omitimos las discusiones sobre el particular diseño urbano de la propuesta o de su posible funcionalidad en términos de las dinámicas urbanas que se podrían generar fuera de la “línea planificada”, llama la atención que casi toda la factibilidad de The Line depende de la implementación exitosa de un sistema de transporte masivo de alta velocidad. Conocido como Hyperloop, este modelo se basa en cápsulas que levitan dentro de túneles de baja presión y, hasta ahora, no ha sido probado lo suficiente para determinar su posible éxito como columna vertebral de una ciudad.

Aunado a lo anterior, no es misterio que el Reino saudí esté apostando por una fuerte inversión extranjera para diversificar su economía y ser menos dependiente de la renta petrolera. Se espera que The Line cree 380.000 nuevos puestos de trabajo y que aporte 48 billones de dólares al PIB nacional para el 2030. El problema reside en que la propuesta hace hincapié en fomentar la innovación a través de la atracción de emprendedores e inversionistas, frente a lo cual surgen cuestionamientos acerca de quiénes serán los futuros habitantes de esta ciudad hiper inteligente y si tendrán cabida los ciudadanos que ya residen en esta región. Además, reconociendo la política restrictiva de Arabia Saudita, el príncipe ha propuesto que NEOM, megaciudad donde se localiza The Line, sea una “zona franca”, por lo que aplicarían normativas y leyes diferentes a las del resto del país. ¿Acaso estaremos frente a una ciudad de súper ricos que gozarán de excepciones normativas con el fin de atraer un público más occidental? ¿Esta política más flexible aplicará también para los ciudadanos saudíes que están a merced de un régimen catalogado como represivo?

No podemos omitir tampoco la contradicción que representa este proyecto frente al contexto político-económico de Arabia Saudita. La mayor parte de la riqueza del país –y especialmente del Reino– se ha basado en combustibles fósiles que contaminan el aire que hoy el príncipe propone limpiar. Esto nos obliga a cuestionarnos si el proyecto apunta a un “lavado de imagen” para disminuir los cuestionamientos hacia la responsabilidad del gobierno frente al contexto medio-ambiental, sin comprometer la generación de riqueza que mantiene al Reino.

Un estudio del Climate Accountability Institute reveló en 2019 que, entre las 20 empresas que más han contribuido a la crisis climática, el primer lugar lo ocupa Saudi Aramco, la petrolera saudita.

Fuente: The Guardian.

Cabe destacar que esta no es la primera vez que el Reino saudí se aventura a proponer la construcción de megaproyectos urbanos en medio del desierto. Como parte de la Visión 2030 de Arabia Saudita, en abril de 2017, antes del lanzamiento oficial de NEOM, Bin Salman anunció la construcción de Qiddiya, un complejo de entretenimiento, deportes y artes en las cercanías de la ciudad de Riyadh. Si ignoramos los obstáculos técnicos y las restricciones presupuestarias que representa la construcción de todos estos complejos urbanos de forma paralela, podremos enfocarnos en lo más relevante de este proceso. En el discurso de promoción del proyecto que enfatiza la importancia de la convivencia con lo natural, se omite que en esta región ya hay miles de personas que viven de forma armónica con la naturaleza, una comunidad tribal que ha residido por siglos en estas tierras y que ahora resultará desplazada por el proyecto. Aunque la Junta Directiva de NEOM declaró que el traslado de más de 20.000 personas se realizaría en conjunto con el Banco Mundial y que una serie de programas sociales estaban previstos para ofrecer apoyo, lo cierto es que los residentes de la tribu Huwaitat han sido desalojados de forma forzosa y algunos reportes han apuntado a que fuerzas de seguridad sauditas han asesinado a miembros que han protestado en contra de este proceso.

A raíz de las preocupaciones por los derechos humanos y, especialmente luego del asesinato en 2018 del periodista del Washington Post Jamal Khashoggi por el gobierno saudí, muchos inversionistas y consultores de renombre como Norman Foster abandonaron la junta asesora del proyecto NEOM. Pero más allá de los cuestionamientos políticos de las propuestas urbanas del Reino saudí, el caso de este proyecto nos permite reflexionar sobre el afán de algunos gobiernos por hacer tabula rasa frente a los problemas cotidianos de nuestras ciudades pensando en que las ideas futuristas, hiper tecnológicas y basadas en la inteligencia artificial son las respuestas a nuestros desafíos. Lo cierto es que las soluciones son mucho más realistas y residen en políticas públicas que reformen la zonificación de nuestras ciudades, eliminen los mínimos de estacionamiento, implementen calles más seguras para todos, entre otras. Si el problema de Soria era resolver el congestionamiento de Madrid y la idea de The Line se centra en una ciudad sin autos, ¿por qué no empezamos a apropiarnos de nuestras calles en vez de esperar la concreción de idealismos utópicos? No será fácil y surgirán muchos detractores en el proceso, pero podemos estar seguros que los costos económicos y sociales serán menores que construir una ciudad lineal en medio del desierto.


Foto de portada: NEOM.

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