Cuando el espacio público deja de sentirse como un lugar seguro

El miedo que genera la violencia nos lleva a abandonar los espacios públicos, debilitando la dinámica urbana.

El domingo 4 de agosto fui al cine a ver una película. En la entrada del teatro, unos policías me detuvieron para revisar cuidadosamente mi bolso. A pesar de que esto no es común, tampoco es primera vez que me sucede desde que llegué a Estados Unidos. El día anterior ocurrieron dos tiroteos masivos en ciudades diferentes del país y el policía me comentó que tenían que estar vigilantes para que nada sucediera allí tampoco.

Sólo entre enero y agosto de 2019 se registraron 270 tiroteos masivos en los Estados Unidos – en promedio más de un tiroteo al día – resultando en un total de 288 personas fallecidas y 1.117 heridos.

El trauma y el miedo a salir

Más allá del debate sobre cómo solucionar el problema que tiene este país con el porte de armas y sus efectos, me llamó particularmente la atención cómo estos sucesos influyen en la forma en la que los ciudadanos disfrutan de sus espacios públicos y momentos de ocio. No es normal ir a una sala de cine preocupado porque puede venir alguien y disparar a la multitud.

Hechos así transforman la forma en la que leemos los espacios en los que tradicionalmente nos sentimos seguros y llamamos nuestro hogar. Un par de días después de los tiroteos en El Paso y Dayton, Ohio, el ruido de unas motocicletas en Times Square, uno de los lugares más concurridos por el turismo en Nueva York, generó caos. Las personas que estaban allí corrieron y buscaron refugio en las tiendas cercanas creyendo que se trataba de disparos.

La sensación de refugio

El espacio público es un lugar donde todos nos debemos sentir seguros y bienvenidos. Durante días después de su ocurrencia, los tiroteos masivos corrompen esta percepción en Estados Unidos.

Ante esta constante amenaza, las ciudades han aplicado nuevas e innovadoras formas de vigilancia de los espacios públicos, aumentando el presupuesto para los cuerpos de seguridad y utilizando tecnologías de última generación. Sin embargo, y a pesar de los esfuerzos, es difícil que el público recupere tan rápidamente la confianza de salir a la calle de la misma manera.

Aunque Estados Unidos es único en el caso de los tiroteos masivos, otros países desarrollados se enfrentan también a diferentes tipos de amenazas de este estilo, como es el caso de los ataques terroristas en Europa. A raíz de esto, la Unión Europea ha desarrollado planes de acción para fortalecer la seguridad en los espacios públicos de sus ciudades.

Ciudades blindadas

El diseño de los espacios públicos también se ha convertido en una herramienta para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Especialmente después de una serie de atentados terroristas en el año 2017 en Europa, donde transeúntes fueron arrollados por vehículos, y el ataque por grupos extremistas a una protesta en Charlottesville, EEUU, se han multiplicado los ejemplos de mobiliario urbano que cumplen también la función de disminuir la vulnerabilidad de los ciudadanos.

Por ejemplo, la instalación de bolardos removibles y un diseño más seguro de los espacios peatonales en Times Square, Nueva York, ayudó a detener un arrollamiento después de que un conductor se saliera de control en 2017, donde hubo 22 heridos y un fallecido hasta que el vehículo se detuvo al impactar con uno de los bolardos tres cuadras más adelante. Así mismo, en varios lugares turísticos de Europa se han instalado nuevos modelos de barreras que separan a los peatones de los espacios de circulación vehicular. Sin embargo, blindar los espacios públicos no acaba con el problema.

¿Cómo sentirnos seguros?

Nuestra percepción de seguridad tiene un impacto directo en la forma en la que vivimos y aprovechamos los espacios públicos. En contextos donde la violencia es constante, se hace difícil que nos sintamos cómodos en los lugares de encuentro. En países de Latinoamérica, los altos índices de violencia han establecido horas en las que es seguro salir y horas en las que no, las calles están mucho más vacías en ciertos horarios y las oportunidades de encuentro e intercambio se reducen, afectando nuestra calidad de vida.

Estas situaciones tan complejas se suman a la lista de casos en los que queda claro que el urbanismo, por más local que sea la práctica, no escapará de condiciones supralocales como la violencia generalizada que determinan las dinámicas de vida de un país o región, y lo importante que es que estas condiciones sean consideradas en el desarrollo de los proyectos urbanos.


Foto de portada: José Manuel Guzmán.

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