Más allá de la disyuntiva sobre cómo abordar el cambio climático hoy hay una realidad latente: desde Miami hasta Yakarta, las ciudades costeras luchan contra los efectos del aumento del nivel del mar producto del incremento de las temperaturas globales. Ante las inundaciones devastadoras que se perciben con mayor intensidad cada año, muchas comunidades están trabajando en idear soluciones para combatir las crecientes mareas.
El aumento del nivel del mar podría alcanzar hasta dos metros para fines de este siglo, planteando serias amenazas a la sobrevivencia de las comunidades costeras. Alrededor de 1.8 millones de kilómetros cuadrados en el mundo (casi la extensión de México) quedarán sumergidos, afectando aproximadamente a 187 millones de personas (2,5% de la población mundial).
Pero en algunas ciudades el problema se ve agravado por otro fenómeno: la tierra se está hundiendo. Algunos sectores de la capital indonesa se hunden hasta 25 cm por año, Beijing hasta 11 cm por año y Ciudad de México entre 8-12 cm por año.
¿Qué causa el hundimiento de las ciudades?
Aunque el aumento del nivel del mar es un problema global ocasionado por acciones conjuntas, existe otro fenómeno de carácter local que pone en riesgo a comunidades costeras o no. Es poco probable que algunas ciudades del interior se vean afectadas por el aumento de los niveles oceánicos, pero ello no implica que no estén lidiando con otro tipo de hundimiento que tiene origen en acciones locales: la extracción de agua subterránea. El bombeo excesivo está causando una extensa contracción de estratos del suelo debido a cambios en la presión y en el volumen de sus capas.
El agua subterránea es una de las fuentes más importantes de suministro de agua dulce en el mundo. En India, el 85% del agua potable proviene del suelo; en Europa, el 75% de la población obtiene agua potable del agua subterránea. Aunque esta última se repone naturalmente de la lluvia que se filtra en el suelo, muchas ciudades extraen más agua y a mayor velocidad de la que puede reponerse de forma natural. Por ejemplo, Ciudad de México depende en gran medida de un acuífero local para el suministro de agua potable. No obstante, por razones que combinan la alta demanda y el uso ineficiente del agua, el acuífero se está sobregirando y podría quedar vacío en los próximos 50 años. Este sobregiro provoca que el suelo se compacte y que las capas vayan cediendo, provocando hundimientos. El agua es en parte responsable de sostener los estratos del suelo; cuando se retira, las rocas caen sobre sí mismas.
Frenar el hundimiento
Pese a la complejidad del problema, para algunas ciudades hay buenas noticias. Si bien el aumento del nivel del mar se debe mitigar a través de un esfuerzo global, ciertas comunidades pueden frenar problemas de hundimiento de sus tierras a través de iniciativas locales.
En 1968 el hundimiento de la tierra en Tokio alcanzó 24 cm por año. El bombeo de agua subterránea había alcanzado su máximo histórico con 1.5 millones de metros cúbicos por día. Ante la situación, el gobierno de la ciudad aprobó leyes que restringieron el bombeo de agua subterránea logrando que, a principios de la década de 2000, el hundimiento se contrajera a 1 cm por año. Shanghái adoptó medidas similares, pero también optó por una estrategia de recarga de sus acuíferos. En 2016 la autoridad local inyectó más de 20 millones de metros cúbicos de agua subterránea, en contraste con los 4 millones de metros cúbicos que habían sido extraidos el año anterior. Pese a que la ciudad se hundió 2,6 cm en la década de 1960, las medidas adoptadas han reducido el hundimiento a niveles seguros.
Algunas ciudades como Venecia enfrentan un doble desafío: mitigar su hundimiento y el alza del nivel del mar. La ciudad se ha hundido alrededor de 26 cm en el último siglo y el fenómeno de aqcua alta, que cada año afecta a la laguna véneta, es cada vez más intenso. A pesar de que gran parte de este proceso se debe al aumento de los niveles oceánicos, entre los años 1950-1970 la ciudad experimentó un drenaje masivo de sus acuíferos para usos industriales. Además del megaproyecto de ingeniería MOSE que busca disminuir el impacto de las mareas altas, y cuya construcción y gestión ha estado en el centro de diversas polémicas, Venecia planea inyectar agua al suelo en un período de 10 años para compensar el asentamiento de la tierra y detener el hundimiento.
Hundimiento significativo de la tierra donde se emplaza la Basílica de México. Foto: Czuber, U.S. Geological Survey.
La gestión del agua es esencial
En el corto plazo, detener el bombeo de agua subterránea no es factible en países como India. Ello implicaría buscar fuentes alternativas del preciado recurso, las cuales no serían suficientes para satisfacer la alta demanda. Además del uso doméstico, ciertas actividades económicas utilizan grandes cantidades de agua. El Valle de San Joaquín en California depende en gran medida del agua subterránea para su principal actividad: la agricultura. Afectada por las sequías de los últimos años, la región ha extraído agua del suelo a mayor velocidad, provocando el hundimiento de la zona hasta 60 cm por año.
El problema de California se ha visto exacerbado por un cambio en el consumo de alimentos, provocando que la agricultura haya migrado del cultivo rotativo de ciertos alimentos a huertos y viñedos de forma permanente que requieren mayor uso de agua. Sus sistemas de canales masivos que distribuyen el agua en todo el sector y que dependen de la gravedad, se han visto perjudicados por el hundimiento del suelo, por lo que las fallas son constantes y la pérdida de agua es cada vez mayor. Pese a que los legisladores del Estado de California aprobaron una ley en 2014 para mejorar la gestión de las aguas subterráneas, la problemática sigue siendo latente.
Pero otras regiones están desarrollando soluciones más creativas. En Virginia la parte sur de la Bahía de Chesapeake, conocida como Hampton Roads, enfrenta un problema similar al de Venecia: aumento del nivel de mar y hundimiento por extracción de aguas subterráneas. Tras las frecuentes inundaciones en la zona las autoridades locales comenzaron a cuestionarse si podían detener el hundimiento a través de una mejor gestión del agua. Surgió entonces el proyecto Swift, cuyo objetivo es tratar las aguas residuales para que cumplan con los estándares del agua potable y para que tengan el mismo perfil (como la salinidad) del agua subterránea, de modo de bombearla nuevamente al acuífero.
Aunque la composición geológica de los suelos varía en diferentes ciudades del mundo y los resultados de inyección de agua en los acuíferos podrían ser diferentes, estas iniciativas pueden contribuir en el largo plazo a detener el hundimiento y mitigar, al mismo tiempo, posibles inundaciones por el aumento del nivel del mar. Entendiendo que algunas de estas acciones requieren grandes inversiones, es fundamental fomentar una mejor gestión de los recursos hídricos en el corto plazo. Promover cambios en las prácticas de consumo, maximizando el recurso de una manera equitativa sin comprometer la sostenibilidad de los sistemas, es un aporte importante que podemos abordar de manera local.
No podemos determinar con certeza en qué medida las ciudades continuarán presentando hundimiento ni la magnitud de sus consecuencias. Algunas efectos de este fenómeno han implicado daños estructurales y colapso de edificaciones, grietas en aceras y carreteras, interrupción del suministro de agua potable y drenaje y aparición de sumideros. Con secuelas de esta índole las acciones apremian.
Hundimiento de la tierra en el Valle Central de California. Foto: Arizona State University.
Foto de portada: COWI.