Todos conocemos un poco la historia de cómo las ciudades llegaron a ser lo que son. La aglomeración progresiva de servicios y tecnologías atrajeron personas del campo a la ciudad especialmente después de la revolución industrial, pero, ¿por qué? La respuesta sencilla es calidad de vida. Los entornos urbanos ofrecían más y más oportunidades laborales en áreas cada vez más diversas, lo cual permitió por muchos años que las personas pudieran acumular riquezas y disfrutar de una mejor vida que la que ofrecía el campo. Ahora, ¿qué pasaría si algo cambiase radicalmente la forma en la que valoramos las ventajas y desventajas de la vida en la ciudad? Fenómenos de envergadura mundial como el coronavirus son capaces de hacer precisamente eso, provocando que muchas personas se desplazaran de estos centros urbanos en busca de otras oportunidades.
Es conocido que las ciudades se encuentran en constante competencia para atraer y retener personas. Esto ha promovido la implementación de estrategias y políticas para impulsar el talento en áreas específicas, o fomentar el crecimiento o protección de su cultura, creando así una identidad que les permita destacar y garantizar su desarrollo económico. Es por ello que tenemos hoy en día mega-ciudades enfocadas en el crecimiento por encima de todo, como Nueva York o Beijing, en contraste a ciudades medianas como Curitiba o Copenhague en donde la prioridad (al menos en las últimas décadas) ha sido la sostenibilidad. Y así mismo, muchas otras apelan al encanto de pueblo pequeño, se consideran centros tecnológicos, ciudades estudiantiles, etc.
Sin embargo, en los últimos años, la vida en las grandes ciudades del mundo se ha complejizado a partir de retos asociados a la competitividad por el propio suelo, su revalorización y crecimiento. Esto se traduce en fenómenos como la actual crisis de vivienda en muchos de los países desarrollados, el alto costo de la vida en general y la dificultad de conseguir trabajos que permitan la construcción de un patrimonio económico familiar, el daño al medio ambiente producido por la expansión de las áreas urbanas, entre otros. Ante estos problemas, el atractivo de estas ciudades ha disminuido para muchos y la pandemia ha servido para alterar las tendencias migratorias entre ciudades grandes, medianas y zonas suburbanas o rurales aledañas.
Foto: Alexandra Paty.
Claves de la migración
La aparición del coronavirus y la revolución que ha provocado tanto en aspectos de salud pública como en la adopción del trabajo remoto ha sacudido esta competencia, cambiando la manera en la que las personas valoran las decisiones sobre dónde vivir. En concreto, existen dos factores que han sido determinantes para este cambio:
- El trabajo remoto. Esto no es una idea nueva. De hecho, la vida de nómada digital se ha ido popularizando poco a poco desde mediados de los 2000, al mismo tiempo que iniciaron los espacios de trabajo colaborativo (también conocido como co-working). Aunque realmente el grueso del sector laboral veía esta idea como algo poco realista, el COVID-19 ha cambiado esta perspectiva, demostrando que muchos trabajos pueden ser ejecutados efectivamente a distancia o mínima asistencia personal, siempre y cuando haya acceso a internet.
- Alto costo de la vida. La gran demanda de productos y servicios en las grandes ciudades genera que el valor de estos sea más alto. Una de las áreas donde esto se hace más evidente es en el costo de la vivienda, que en muchas ciudades del mundo representa cerca del 50% del ingreso de las personas (dejando poco capital disponible disponible para alimentación, salud, recreación e inversión). Muchos están dispuestos a pagar estos altos precios porque las ciudades les ofrecen el estilo de vida que quieren, pero las numerosas restricciones implementadas han imposibilitado continuar (al menos temporalmente) con dicho estilo de vida.
Al mismo tiempo, estos cambios influyen en la manera en la que las personas reaccionan a eventualidades y crisis como fueron los despidos masivos a causa de la pandemia. En esa situación, el alto costo de la vida se hizo insostenible para muchas personas que perdieron su trabajo, además que vivir en la ciudad no mejoraba su posibilidad de reincorporarse a la fuerza laboral en el corto plazo, y ante la reciente aceptación del trabajo remoto por parte de muchos empleadores, la opción de migrar resultó más prometedora.
Dos impactos diferentes
Estos movimientos migratorios han tenido un impacto importante, especialmente en las dinámicas urbanas de las ciudades destino que puede ser determinante para su futuro a largo plazo. En este sentido, estas dinámicas se pueden agrupar en dos grandes categorías:
Tendencias migratorias que se consolidan. Caso Austin, Texas:
Foto: Carlos Alfonso.
Durante la última década, la ciudad de Austin, en los Estados Unidos, se ha erigido como una de las áreas metropolitanas de mayor crecimiento en el país. Ello ha estado propulsado por una serie de políticas enfocadas en atraer start-ups, con inversiones de capital de riesgo valoradas en mil millones de dólares todos los años. Adicionalmente, se ha establecido una identidad estudiantil particularmente ecléctica en el contexto estadounidense por ser una ciudad demócrata en un estado republicano (principalmente vinculada a una ideología más progresiva, siendo el festival SXSW su mayor exponente cultural) caracterizado por muy bajos impuestos y menor injerencia del gobierno. Esto ha facilitado que el costo de vida se mantenga relativamente bajo en comparación a otras ciudades en crecimiento de la región.
Luego de que muchos estados “demócratas” establecieran medidas de confinamiento mucho más restrictivas que sus contrapartes republicanas, la región metropolitana de Austin se convirtió en referencia de cómo era posible conciliar ambas visiones sobre la protección de la población. Así, Austin fue pionera en relajar restricciones y permitir la reapertura de la economía. Si para el 2020 la región ya era la de mayor crecimiento poblacional, la pandemia ha permitido que esta tendencia se mantenga según datos de Bloomberg, los cuales señalan que ésta fue una de las pocas zonas metropolitanas que ganaron habitantes en vez de perder.
Una oportunidad de oro para ciudades pequeñas y medianas. Caso Palazzolo Acreide, Italia:
Foto: Davide Mauro.
En las últimas décadas, muchos pueblos ubicados en la Italia rural iniciaron un proceso de decrecimiento poblacional importante. A pesar de muchos esfuerzos de sus gobernantes por inyectar vida a estos antiguos poblados por medio de incentivos inmobiliarios e iniciativas culturales, gran parte de la población joven se ha decantado por las oportunidades que ofrecen los grandes centros urbanos del país. Sin embargo, el confinamiento generado por la pandemia ha movido la balanza a favor de estos pueblos rurales en donde las limitaciones de movilidad y el costo de la vida son menores. Estimaciones de SVIMEZ señalan que hasta 100.000 trabajadores de grandes empresas ubicadas al norte y centro del país se mudaron a villas rurales al sur. Adicionalmente se calcula que la demanda de vivienda aumentó en un 20% aproximadamente.
Palazzolo Acreide es una de las ciudades que ha vivido esta transformación de forma más evidente. En la última década, la ciudad había perdido 7% de sus habitantes pese a diferentes políticas enfocadas en revitalizar la ciudad y su infraestructura histórica. Sin embargo, ante la ola migratoria producida por el confinamiento, sus autoridades se han enfocado en dar facilidades a empresas y trabajadores para habilitar y ocupar espacios de oficina en edificaciones subutilizadas. Un ejemplo de ello, es el caso de FabLab, quienes se han establecido a costo cero en las instalaciones de un antiguo monasterio de la ciudad y trabajarán en establecer redes con universidades de grandes ciudades para apoyar el desarrollo cultural y económico local.
Una de las claves de estas iniciativas, que además se están replicando en poblados de España y Francia, es una importante inversión en infraestructura de telecomunicaciones para garantizar el acceso remoto a fuentes de trabajo y redes profesionales.
¿Un cambio permanente o temporal? Dos perspectivas
Es posible que en los últimos meses hayas leído titulares como “la pandemia llegó para marcar el fin de las ciudades” y viendo cómo la vida urbana se paralizó llegaste a pensar que tenía sentido. Muchas veces estas declaraciones estaban asociadas al importante número de personas que han abandonado las grandes urbes por necesidad o preferencia, y la pregunta “¿cómo podrían seguir existiendo las ciudades si tantas personas han decidido mudarse a los suburbios o incluso a zonas más rurales?” empezó a cobrar validez. Sin embargo, estos grandes cambios solo representan un nuevo reto y el inicio de un nuevo proceso de transformación para las grandes ciudades.
Esta nueva etapa que inicia tras el COVID-19 estará marcada por debates sobre sostenibilidad, el acceso a la calidad de vida, la redistribución del espacio público y las calles, entre otros. Como ya lo ha hecho París, por nombrar uno, las grandes ciudades se adaptarán y responderán a los nuevos valores y preferencias de sus habitantes.
Castelbuono, Italia. Foto: Tullio Puglia vía Bloomberg.
Por otro lado, con mucha seguridad, buena parte de las ciudades pequeñas y medianas que han visto un incremento significativo de habitantes no tenían en sus planes semejante cambio, al menos en el corto plazo. Ante tal oportunidad, estas regiones se enfrentan al gran reto de recibir y retener a sus nuevos residentes para potenciar su desarrollo.
Para las autoridades de estas ciudades, no sólo se tratará solamente de inversiones en infraestructura para soportar la nueva demanda. Deberán identificar los motivos por los que sus nuevos residentes decidieron su ciudad en vez de otra y plantear estrategias que saquen provecho de estas características únicas y las hagan más competitivas sin perder su esencia. Sólo así se podrán asegurar que este cambio no sea algo temporal y peor aún, una oportunidad perdida.
Foto de portada: Andrés Peñaloza.
1 comentario
Hola Andrés!
Que bueno saber de ti. Excelente artículo y muy bueno este blog que crearon !
Saludos,
Carolina