Cuando llegué a Copenhague, en junio del 2019, tenía mucha ansiedad por saber cómo era el temido invierno escandinavo, con muchos temores de no tener ropa lo suficientemente adecuada para el frío polar. Pero al llegar lo que me dijeron fue: “Lo peor del invierno no es el frío, es la luz”. Efectivamente. Viniendo de la Patagonia Chilena, la ropa casi estaba de sobra, pero la escasez de luz solar cambió toda predicción. A finales de septiembre, cuando los días grises se hacían más reiterados y cuando aún no amanecía a las 8:00 a.m. y atardecía a las 3:30 p.m., me empezaban a preguntar: “¿Cuáles van a ser tus actividades para el invierno?”
En el ámbito de la construcción, en ambos polos he escuchado la misma frase: “nosotros tenemos dos temporadas, la del invierno y la del trabajo” refiriéndose al trabajo exterior durante los meses cálidos, y al estudio y planificación al interior durante los meses fríos. Sin embargo, las ciudades siguen funcionando y sus habitantes deben mantenerse estimulados para recorrerla. Según estudios, durante los meses de invierno, la gente en Finlandia pasa alrededor del 4% de su tiempo en el exterior, lo que resulta en una baja importante de la actividad física que puede terminar en graves problemas de salud para la población.
Dentro de los países escandinavos, Dinamarca podría considerarse de los más cómodos en cuanto a las condiciones climáticas a lo largo de los ocho meses de invierno. A fin de cuentas, lo que más dificulta el diario vivir son la abundancia de precipitaciones y la monotonía de los días grises en las pocas horas de luz. Es por esto que las culturas nórdicas se han destacado por su habilidad para hacer de los momentos más oscuros el ambiente más “Hygge” que proporcione todo calor por dentro y por fuera. A su vez, esto luego se traduce en ciudades más amables o “Soft Cities”, donde la movilidad pronta y eficaz es una mandante principal y donde la luz tiene un rol fundamental para mantener viva la ciudad y animados a sus habitantes.
La luz es entendida como una constante estimulación de los sentidos y dentro de la ciudad cumple un importante rol de seguridad, identidad, educación cívica y salud. Copenhague no ha querido quedarse atrás y está luchando por ser la capital mundial de la iluminación. A base de las nuevas tecnologías LED, lideradas por Doll (Danish outdoor living lab), la organización Gate 21, y distintas iniciativas académicas como las de RUC, la ciudad trabaja como laboratorio de aquello que se hace evidente sólo en la noche, desafiándonos a reconocer el carácter de un lugar por medio de la luz, con soluciones pioneras e inteligentes para la ciudad de hoy (“smart city solutions”). Al proyecto se le han destinado alrededor de 7.3 millones de euros para establecer nuevas innovaciones, relacionar al sector público y privado (como Greater Copenhagen con startups y científicos), y para la puesta en marcha de espacios y edificios de testeo y demostración.
Foto izquierda: Copenhagen University Panum. Foto derecha: Five Circles Pedestrian Bridge. Fuente: Frédéric Duhau.
La mayor parte del año, la capital danesa usa una iluminación baja, a modo de guía suave para el citadino. Esta da la pauta para lo que Europa ha querido implementar como objetivos de iluminación verde, donde la luz tenue genere menos emisiones contaminantes, mayor visibilidad de las estrellas, dada por la luz ascendente de luminarias sin blindaje y reflexión desde el suelo, la cual evita la disrupción del comportamiento de los animales nocturnos.
Dronning Louises Bro. Foto: Frédéric Duhau.
Pero así también, entidades públicas y privadas buscan el protagonismo a lo largo de los eventos invernales. La época navideña, que empieza a vislumbrarse a mediados de octubre, es la ocasión perfecta para las competencias de escaparates abiertos, donde las municipalidades invierten considerables sumas de dinero en la iluminación urbana. ¿Se considera esto un gasto o una inversión? ¿A largo o corto plazo?
Para los municipios siempre significa un gran esfuerzo económico desembolsar la cantidad de dinero necesaria para instalar, mantener y desmantelar la decoración navideña. En Dinamarca, la mayoría de los municipios reciben ayuda de entidades privadas y públicas como KKC (København Commerce & Culture), diarios locales o donaciones de los mismos habitantes. Según el medio local Estate, en el 2019, la municipalidad de Copenhague invirtió sólo el 10% del costo total de iluminación navideña, lo que equivale a unos 26.890 euros, con el fin de alumbrar la mayoría de sus calles comerciales. El resto fue cubierto directamente por los comercios y organizaciones locales. Sumado a esta inversión general, la comuna otorga subsidios a los pequeños comercios que quieran iluminar sus locales, debiendo seguir estrictos controles de estética, electricidad, plazos y mantenimiento.
Foto izquierda: Strøget, Aarhus. Fuente: Flickr. Foto derecha: Nyhavn, Copenhagen. Fuente: Little Scandinavian.
Para otros municipios esto significa un importante desembolso, pero esto no los frena. El municipio de Ringsted, al oeste de Copenhagen, abre las puertas del bosque encantado en Ringsted Lystanlæg para invitar a todos a vivir el festival LUMIERER. 19 instalaciones se disponen a lo largo de 1.2 kilómetros, donde dan vida a animales luminosos, espectáculos de agua y láser con humo, colores brillantes y juegos luminosos interactivos. Este espacio se abre con el fin de que gente de todas las edades pueda disfrutar del aire libre con una cálida iluminación y una buena bebida caliente durante la época previa a la navidad.
Lumierer light festival. Fuente: Lumiererlysfestival.
Los meses siguientes se mantiene la decoración navideña por un par de semanas y luego, en febrero, para animar de nuevo el duro invierno, CPH Light Festival ofrece un nuevo espectáculo para disfrutar del exterior presentando el trabajo de artistas daneses e internacionales en las calles, puentes y edificios de la ciudad. Las nuevas formas y colores que visten la ciudad, invitan a los habitantes a dar un paseo más largo, pasar por un café y seguir recorriendo los distintos estilos expuestos.
Foto izquierda: Interactive Trampolines de Cong Liu. Foto derecha: The Wave de Vertigo Studio. Fuente: CPH Light Festival.
En el hemisferio sur, con tiempos de luz solar similares a los de la latitud norte, las ciudades de la zona austral de Chile han tenido otras prioridades que han impedido el desarrollo de la calidad de vida exterior. Cuando pensamos en espacios de encuentro en la zona Austral, visualizamos el gimnasio municipal con gigantes focos blancos, la junta de vecinos con tiras de luz pálida, y las calles con los postes de luz de la carretera. Creo que ha llegado el momento de empezar a crear espacios de vida dentro de los poblados, ya que, como he escuchado en ambos extremos, “no existe el mal tiempo, existe la ropa inadecuada”.
Es importante reconocer que la carretera Austral aún no ha sido terminada y han sido innumerables las batallas que ha dado el Estado para la conectividad de esa área con el resto del país. Pero hoy los tiempos han cambiado, y pueblos como Puyuhuapi, que hace 40 años tenían alrededor de 4 familias alemanas, y que hoy albergan más de 1.200 personas, requieren no solo plazas sino interacción para todos en la vida exterior. Ya no es solo el cableado eléctrico lo que nuestras ciudades necesitan. Hoy, gran parte de estos proyectos se han concretado y ahora podemos enfocarnos en las experiencias que los espacios públicos pueden dar a los habitantes. Podemos centrarnos en prender y apagar los sentidos, buscando crear nuevos momentos de comunidad en los poblados más extremos y más oscuros.
¿Y si buscamos más ocasiones para prender luces?
Foto de portada: Copenhagen Light Festival.