¿Es posible que el transporte público se pague a sí mismo?

Pocas ciudades han logrado que sus sistemas de transporte público sean una fuente de ingresos.

Hace un tiempo un amigo me hizo esta pregunta. Lo primero que le respondí fue que, independientemente de si es autosostenible económicamente o no, el transporte público genera una serie de beneficios que contribuyen en la solución de otros problemas urbanos. Pero igual quedó la duda ¿puede pagarse a sí mismo?.

Muy parecido a mi primera respuesta, los costos del transporte público se consideran cubiertos por sus efectos en reducción del tráfico y contaminación que suman en una serie de externalidades positivas. Sin embargo, al contar únicamente los costos de capital y operaciones de un sistema de transporte, la discusión se hace más compleja e interesante.

La forma en la que desarrollamos el suelo

El Instituto Brookings realizó un estudio en 2013 donde demostró que, para entonces, en ninguna ciudad de Estados Unidos los sistemas de transporte público cubrían sus gastos por completo. En todo el país apenas recogían 30% de sus gastos de operación con la venta de pasajes. No obstante, las ciudades variaban mucho en la proporción de gastos que eran capaces de cubrir. Nueva York, Filadelfia, San Francisco, Chicago y Boston encabezaron la lista de las áreas metropolitanas con mayor rentabilidad del sistema y, aún así, el viaje promedio para estas cinco ciudades costaba aproximadamente un dólar más de lo que pagaban los pasajeros.

Un factor relativamente común en estas cinco ciudades es su densidad. Esto sugiere una relación entre los usos del suelo y la forma en la que utilizamos el transporte. Entendiendo que los costos de operación de estos sistemas son fijos (cada viaje cuesta lo mismo), el volumen de usuarios de una ruta de servicio es esencial para determinar su rentabilidad. Es así como ciudades con más suburbios o rutas de transporte en zonas menos densas tienen más dificultad para cubrir sus gastos de funcionamiento.

Sistema de Metro de Chicago

Foto: Nikolai Elneser Montiel.

Estados Unidos es un caso particular y no puede ser generalizado a absolutamente todos los sistemas de transporte público del mundo. Hay diferencias culturales, económicas y políticas importantísimas que distinguen a ese país. La cultura “carrocéntrica” y de expansión urbana son elementos que juegan a favor de un modelo de desarrollo urbano disperso. A pesar de esto, la historia no es muy diferente en el resto del mundo, excepto por algunos casos puntuales.

El problema de la rentabilidad del transporte público parece depender, en parte, de la cantidad de usuarios, que a su vez está determinada por la forma en la que se desarrolla el suelo urbano (densidad, proximidad de actividades de diferentes tipos, etc.) En este sentido, para lograr mayor rentabilidad de un sistema de transporte, debe haber un equilibrio entre expandir y concentrar el servicio. Se genera entonces un subsidio por parte de las rutas con mayores retornos hacia las que se extienden a zonas menos densas y conectan los centros de la ciudad a áreas más alejadas. Esta últimas suelen ser menos pobladas pero igual necesitan acceso a los beneficios urbanos.

Esto evidencia la importancia de la zonificación y la forma en la que diseñamos las ciudades como una estrategia de movilidad sostenible, más allá de los sistemas de buses y trenes que exista – un ecosistema. Ciudades compactas y densas ofrecen mayores posibilidades de retorno de inversión en proyectos de transporte público debido a la cantidad de usuarios. Sin embargo, esto no necesariamente asegura que las ciudades puedan generar ganancias a través de ellos.

Una estrategia que ha dado resultados

En el 2018 en Hong Kong, la Corporación de Transporte Masivo (MTR por sus siglas en inglés) logró ganancias de hasta dos billones de dólares sólo en venta de pasajes, correspondiente a una generación de ingresos de 170% del costo de operaciones – la cifra de rentabilidad más alta del planeta para un sistema de transporte público. Pero ¿qué hace a Hong Kong tan diferente del resto?

Además de ser una de las ciudades más densamente pobladas del mundo y con posibilidades de expansión casi nulas, el “triunfo” de Hong Kong se debe principalmente a otra estrategia: la captura de valor del suelo – es decir, recuperar ganancias por parte de terceros a partir de mejoras en la prestación de servicios en la zona.

Vagón del MTR de Hong Kong

Foto: Alexandra Paty.

Además de esto, MTR es una corporación privada con capacidad de desarrollar bienes raíces, emplear y despedir bajo regulaciones de empresa privada, y tomar otras decisiones basadas en negocios, posibilidades con las que no cuentan otras empresas similares en el mundo. Este modelo les permite aplicar la captura de valor de suelo en un sentido más amplio: como parte de su intercambio por el desarrollo de la red de transporte, la corporación es copropietaria de los lugares de destino, centros comerciales, hoteles y torres administrativas donde se encuentran sus estaciones. A este modelo lo llaman «rail plus property» o «rieles más propiedad». Así mismo, las estaciones de metro funcionan como centros comerciales propiedad de MTR, de donde la corporación recibe ingresos a través del alquiler de los espacios. De hecho, los ingresos por la cantidad de pasajeros y captura de valor de suelo son tan altos que los precios de los pasajes se mantienen relativamente bajos (entre 50 centavos de dólar y 3 dólares, dependiendo de la distancia recorrida).

El otro lado de la moneda

El modelo de captura de valor de suelo de Hong Kong no escapa de críticas, ya que también ha generado impactos negativos en la dinámica urbana. El acelerado desarrollo de la ciudad y su reducida oferta de suelo determinan un alto costo de la vida para los habitantes de Hong Kong, donde los precios de metro cuadrado de vivienda se encuentran entre los más altos del mundo. Sumado a esto, la estrategia de captura de valor por parte de MTR ha disparado aún más los precios en algunas zonas de la ciudad, influyendo fuertemente en el mercado de vivienda.

Edificios multifamiliares de alta densidad en Hong Kong

Foto: Alexandra Paty.

Generar más ganancias

Los sistemas de transporte deben ofrecer a los ciudadanos no solo la conexión con sus lugares de destino, sino una experiencia de viaje que no signifique un costo mayor al que están dispuestos a pagar por movilizarse. La relación entre los diferentes modos de transporte, la accesibilidad a la información de las rutas y frecuencias de viaje, el uso de sistema de pago integrados e inteligentes que faciliten los procesos de abordaje, y la coordinación entre los sistemas locales y regionales son algunos de los factores que los pasajeros evalúan para determinar el costo real de sus viajes.

En la medida en que los sistemas de transporte público ofrezcan más facilidades y servicios a sus usuarios, podrán aumentar los precios sin mayores impactos en la demanda, permitiendo cubrir una proporción mayor de los costos de operación. A esto se le suman otros retos administrativos y políticos, como posibles subsidios a poblaciones con mayor necesidad o planes de financiamiento para grupos específicos, como estudiantes o empleados públicos.

Un último factor que juega a favor de la rentabilidad del transporte público es la modernidad de su infraestructura y unidades. En comparación con otros sistemas de metro del mundo, MTR de Hong Kong es mucho más reciente, lo que facilita su mantenimiento y actualización. Así mismo sucede con el sistema de transporte en buses de Bangalore, en la India – único sistema que genera ganancias en ese país – que cuenta con unidades mucho más modernas, de modo que la mayor parte de sus ingresos son invertidos en operaciones y no en mantenimiento o actualizaciones.

Callejón comercial de Hong Kong

Foto: Alexandra Paty.

Los otros beneficios del transporte público

A pesar de que existan casos que demuestran que es posible que el transporte público se puede pagar a sí mismo, estos no deben analizarse sin considerar los impactos del uso del vehículo particular: congestión, contaminación, costo de los estacionamientos y la infraestructura, etc. Lo que existe es un desequilibrio en cómo calculamos y cubrimos los costos y utilidades de cada uno de las opciones de transporte.

Cualquier plan o propuesta para hacer que un sistema de transporte público genere ganancias debe considerar los beneficios que ellos traen para la ciudad: cómo reducen el tráfico y la contaminación, activan la economía local, y acercan a las personas a los beneficios que ofrece la ciudad, independientemente de su ubicación o características socioeconómicas. La rentabilidad del transporte público está determinada no sólo por el servicio que le brinda a sus usuarios, sino también por cómo los beneficios son percibidos por quienes no lo usan.


Foto de portada: Joyfull, Shutterstock.

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