La Ciudad de Nueva York, tan bella e increíble que es, tiene un gran problema: huele mal. Cualquiera que haya visitado la Gran Manzana se habrá dado cuenta que el mal olor proviene de la cantidad de bolsas de basura en las aceras y es especialmente malo durante el verano. El hedor en esta ciudad es un síntoma de las deficiencias en la gestión de residuos sólidos y un ejemplo del impacto del diseño urbano en la provisión de este servicio básico. Además del hedor, la basura en las calles ayuda a la proliferación de ratas (que en sí trae muchos problemas sanitarios adicionales), ensucia y deteriora los espacios públicos y obliga al gobierno local a dedicarle un gran espacio en el presupuesto.
Un problema de gestión y de diseño urbano
Una de las causas del problema de la basura en la Ciudad de Nueva York es la ausencia de espacios separados para colocar los residuos como callejones que históricamente han sido importantes para remover la basura de las aceras y calles. Durante los primeros años del siglo XIX, el gobierno de la Ciudad de Nueva York, que ya era la ciudad más grande del país (cerca de 100.000 habitantes, casi el doble que la segunda ciudad, Filadelfia), con todos los problemas que urbes de ese tamaño presentaban en la época, comisionó un plan de ampliación de la zona urbana para toda la isla de Manhattan. El resultado fue el plan de 1811, que optó por un patrón sencillo de manzanas rectangulares que facilitaban la maximización del suelo disponible para la construcción, beneficiando así a los propietarios y constructores. Sin embargo, debido al esfuerzo por sacarle provecho al espacio de la isla, los planificadores sacrificaron, entre otras cosas, los callejones. El diseño de la red vial y las manzanas presentadas en el plan todavía se evidencia dos siglos después.
Aunque el plano de la ciudad es un factor importante en el problema de la basura en Nueva York, no es el único. Existe un compendio de razones que, igual que con el diseño de las manzanas, son arrastradas de decisiones tomadas hace más de un siglo. En general, no es cierto que los habitantes de Nueva York botan la basura en la calle por mala costumbre. La ciudad tiene estrictas ordenanzas de cuándo y en dónde deben colocar la basura. La ciudad tiene días y horarios específicos por zona y reglas de construcción sobre la disposición de residuos que aplican a edificios nuevos; pero muchos edificios en la ciudad datan de décadas antes de cualquier ordenanza existente sobre residuos sólidos.
Antes de los años 1970, muchos edificios grandes de la ciudad tenían salones con incineradores de basura, que fueron reemplazados por salas con compactadores o contenedores que reciben basura de los vertederos. A diferencia de quemar la basura, que genera pocos residuos, las nuevas prácticas de disposición implicaban guardar la basura en un espacio aparte mientras llegaba la recolección. Muchos de estos edificios no tenían espacio suficiente para adaptarse a estos requerimientos y por eso optaron por usar las aceras para colocar contenedores o bolsas. De haber callejones de servicio en Nueva York, el problema tuviese una forma de mitigación, pero este no es el caso.
Foto: Damon Shaff, Shutterstock.
Ciudades diseñadas de forma diferente, como Washington D.C., incluyeron callejones en la formación de sus cuadras que hoy en día contienen infraestructura y equipamientos para la fácil recolección de basura. El gobierno local exige a los edificios tener espacios dedicados para la disposición de desechos, pero muchos de estos edificios, especialmente los más antiguos, no consiguen dónde colocar la basura para tantas personas.
Además de esta carencia de espacios, algunos atribuyen el problema actual de la basura, que se ha exacerbado en los últimos años, al recorte presupuestario del Departamento de Sanidad de la ciudad de junio de 2020, de US$ 106 millones, que redujo la frecuencia de recolección de basureros públicos en un 60%. Este corte en el presupuesto vino como consecuencia de la reducción en los ingresos municipales por la pandemia del COVID-19.
El impacto en la calidad de vida
Este problema ha sido extremadamente costoso para el gobierno de la Ciudad de Nueva York. En 2021 alrededor de 10.500 toneladas de basura fueron recogidas diariamente con más de 2.000 camiones de basura, costándole a la ciudad cerca de US$ 800 millones. Los camiones del Departamento de Sanidad recogen los residuos de todas las cuadras de la ciudad de dos a tres veces por semana.
Sin un sitio adecuado para la disposición de residuos, los neoyorquinos botan la basura en las calles en bolsas que fácilmente se rompen, derramando el contenido y generando un desagradable olor, que es más intenso durante los días de verano por el calor y la humedad.
Aparte del olor poco agradable, el problema de la basura en las aceras y espacios públicos facilita la proliferación de pestes, en especial las ratas. Los roedores en la Ciudad de Nueva York son famosos, con videos virales en redes sociales, pero también generan grandes problemas de sanidad, como enfermedades resistentes a los antibióticos e incluso infecciones a mascotas. Los restaurantes han sido víctimas de este problema, como es el caso de un restaurante de comida rápida en Washington Heights que fue invadido por ratas. La infestación es tal que la Ciudad de Nueva York dispone de presupuesto para la caza de ratas, con trampas y perros entrenados para perseguir a los roedores neoyorquinos. En 2017, el alcalde Bill de Blasio dispuso de US$ 31 millones para financiar medidas de fumigación y exterminación de ratas, como trampas, veneno e incluso hielo seco para los nidos.
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Enfrentando el problema
La alcaldía de Nueva York en 2021 comenzó a implementar planes para reducir la cantidad de basura en las aceras. Estas medidas incluyen camiones dedicados a recoger la basura de las calles y de los basureros en espacios públicos, la detección de vertederos ilegales y la creación de un servicio de recolección de basura específico para estos sitios, y la asociación con grupos comunitarios para promover la disposición correcta de los residuos de la ciudad. La ciudad también ha implementado ordenanzas que especifican requerimientos para la inclusión de espacios de transición para los residuos en edificios nuevos. Sin embargo, estas medidas no han sido del todo exitosas y la basura sigue acumulándose en las aceras.
Una propuesta planteada en el 2021 es el uso de contenedores dedicados para la basura. A diferencia de los basureros tradicionales, estos contenedores serían usados por los edificios residenciales y de oficinas para dejar sus residuos. Actualmente, los residentes de la Ciudad de Nueva York dejan la basura o en espacios reducidos dentro de los edificios o en la calle en ciertos horarios permitidos. Sin embargo, la basura se acumula fácilmente. Contenedores dedicados para este tipo de residuos facilitaría la recolección al mismo tiempo que retiraría las bolsas de basura de las calles. Esto también ayudaría a mitigar el problema de las ratas en la ciudad.
La importancia de un plan urbano
El problema del plano de Nueva York podría resolverse adecuando los equipamientos de gestión de residuos sólidos a las particularidades de la ciudad. Muchas grandes ciudades del mundo han sido creadas y diseñadas mucho antes que el origen de la gestión de residuos sólidos moderna y han tenido que ingeniárselas para remover la basura de la vista de los peatones.
Barcelona es un buen ejemplo de la planificación de la ciudad y su impacto en los servicios públicos. A mediados del siglo XIX, la ciudad comisionó el diseño de la expansión de la ciudad a Ildefons Cerdà quien, al igual que en Nueva York, se inspiró en la cuadrícula romana. Sin embargo, las intersecciones fueron diseñadas para evitar las esquinas de 90 grados, cortándolas y creando intersecciones abiertas. Aunque el diseño no fue implementado en toda la ciudad, sí fue la base para el plano del conocido vecindario L’Eixample. Los espacios creados por este diseño de cuadras han sido usados como restaurantes, espacios públicos para el esparcimiento, estacionamiento y para colocar contenedores de basura, los cuales, por su tamaño, son relativamente más difíciles de sobrellenar. Es muy difícil pensar que la Ciudad de Nueva York pueda reconstruir sus manzanas para incorporar la recolección de basura en el plano urbano, pero este caso contrasta decisiones sobre planificación urbana que, tomadas cien años antes, podrían beneficiar o afectar a los ciudadanos hoy en día.
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Ciudades históricas como Ámsterdam han instalado contenedores subterráneos que permiten la disposición de basura evitando sacrificar los espacios públicos y la estética. La implementación de esta medida también involucra la adquisición de camiones recolectores especiales que se adapten a los nuevos contenedores. Estos contenedores no sólo remueven la basura de la vista, sino que, debido a su tamaño, los residentes pueden botar la basura a cualquier hora sin que la acumulación de esta produzca un problema. En Ámsterdam, los días de botar la basura se eliminaron debido a los contenedores subterráneos.
Aunque sin duda costosa, esta medida podría solucionar los problemas de sanidad de la Ciudad de Nueva York e incluso abrir la puerta para un cambio de comportamiento en la disposición de residuos que incluya el reciclaje. Sin embargo, la cantidad de basura que produce Nueva York por kilómetro cuadrado es mucho mayor que la producida en Ámsterdam, por la alta densidad poblacional. Esto significa que los contenedores tendrían que ser más grandes y en mayor cantidad para poder generar un impacto positivo que valga la pena la inversión requerida. Esta inversión, en algunos casos, podría ser prohibitiva dada la infraestructura subterránea de la ciudad y porque estos contenedores igual ocuparían espacio de las aceras, que a veces es escaso.
La solución a los problemas de residuos sólidos en Nueva York no será ni fácil ni sencilla. Ya se están tomando medidas para mitigar el problema de la basura en las calles, como las ordenanzas mencionadas sobre la construcción de espacios dentro de edificios nuevos para la disposición de basura. Por su parte, la idea de contenedores subterráneos ya ha sido discutida para Nueva York e incluso ha sido propuesta por miembros del concejo municipal, pero todo esto no será suficiente y requerirá la participación activa de todos los actores involucrados, tanto el gobierno local como los ciudadanos. Aunque ya es demasiado tarde para rediseñar el plano de la ciudad, la solución requerirá ingeniería y creatividad para ajustar buenas prácticas a la furia de la Gran Manzana.
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