El termómetro en ascenso: consecuencias de la inacción ante el cambio climático

Un aumento de 1,5ºC es el límite que no podemos superar si queremos evitar una catástrofe ambiental.

El pasado viernes 22 de abril se conmemoró el Día de la Tierra, una fecha en la que los noticieros, medios impresos y redes sociales suelen inundarse con información sobre el potencial impacto que tiene el cambio climático si no actuamos con celeridad. Los peligros a los que nos enfrentamos globalmente han sido reportados durante años, no obstante, siempre que conversamos sobre los avances respecto a las metas que nos hemos estipulado por décadas la conclusión parece ser la misma: estamos muy atrasados.

Ante las proyecciones que numerosos estudios han realizado respecto al calentamiento global, la meta más reciente (e importante) que se propusieron las naciones del mundo para salvarnos del cataclismo que parece avecinarse si no tomamos medidas drásticas, es limitar el aumento de las temperaturas por debajo de 1,5ºC para este siglo. Entendiendo que en Transecto promovemos la discusión sobre temas que nos alertan y que afectan la forma en la que vivimos en nuestras ciudades, nos cuestionamos cuáles han sido los avances y cuáles serán las consecuencias de no ser lo suficientemente asertivos y oportunos frente al panorama al cual nos enfrentamos.

¿Por qué 1,5ºC?

El número que determinará nuestro futuro en las próximas décadas tiene origen en la 21ª conferencia climática de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en París, una instancia en la que 196 naciones renovaron su compromiso para combatir el cambio climático y sus impactos.

El denominado Acuerdo de París, celebrado en diciembre de 2015, es un tratado internacional que compromete a los países a trabajar juntos para limitar el aumento de la temperatura media mundial por debajo de los 2ºC, preferiblemente a un máximo de 1,5ºC en comparación a los niveles preindustriales. Para cumplir la meta, las naciones acordaron reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero hasta lograr cero emisiones entre 2050 y 2100. En el mediano plazo, esto equivale a reducir a la mitad nuestras emisiones para 2030 y, en el mejor escenario, al 2050 no deben existir más gases de efecto invernadero de los que los océanos y los bosques pueden absorber.

No obstante, según uno de los últimos informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) las emisiones “causadas inequívocamente por actividades humanas” ya han elevado las temperaturas globales promedio 1,1ºC. Las consecuencias de este aumento se han ido manifestando en los últimos años con un número cada vez mayor de fenómenos meteorológicos extremos.

Una radiografía del problema

La gravedad del cambio climático no solo dependerá de la magnitud de los esfuerzos que realicemos para alcanzar la meta de 1,5ºC sino del potencial de irreversibilidad. El dióxido de carbono es el único gas de efecto invernadero que persiste en la atmósfera por mucho tiempo, por lo que su acumulación es en gran parte irreversible durante 1.000 años después de que cesan las emisiones. Esto quiere decir que las emisiones de carbono mantendrán las temperaturas altas incuso si la economía global logra cero emisiones netas a finales de este siglo o el próximo.

Los últimos informes del IPCC indican que desde 1970 las temperaturas de la superficie global han aumentado más rápido que en cualquier otro período de 50 años en la historia de la civilización. A pesar de la disminución de los precios de energías renovables (ej: costos de paneles solares que cayeron un 82% entre 2010 y 2019), la producción de petróleo, gas y carbón continúan al alza. Tras una caída sin precedentes de 5,4% en 2020, las emisiones mundiales de dióxido de carbono están volviendo a los niveles anteriores a la pandemia del Covid-19 y las concentraciones de gases en la atmósfera siguen aumentando. La recuperación de los países frente a la pandemia ha supuesto destinar un enorme gasto público para la reactivación económica, desaprovechando así la oportunidad de emplear los presupuestos de rescate fiscal para estimular una economía orientada hacia las bajas emisiones de carbono.

Para reducir los efectos a largo plazo hay que actuar con celeridad, pero el escenario actual no parece ser muy alentador. El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) anunció el pasado 26 de octubre que los compromisos actuales no son suficientes, lo que deja al mundo en camino a un aumento de temperatura global de al menos 2,7°C para este siglo, muy por encima de lo pactado en el Acuerdo de París.

Fuente: NOAA’s National Centers for Environmental Information.

¿Y si no alcanzamos la meta?

Más temprano de lo que esperamos, muchos países empezarán a percibir los efectos de la pasividad con la que se están abordando los compromisos climáticos. China, India, Indonesia y Vietnam, líderes mundiales en la construcción reciente de plantas de carbón, son los países que presentan mayor cantidad de población habitando en lugares por debajo de la línea de marea alta proyectada en los próximos años. La marea alta podría invadir la tierra ocupada afectando hasta un 15% de la población mundial actual (alrededor de mil millones de personas).

  • Inundaciones

El aumento del nivel del mar es una de las principales consecuencias del cambio climático. Sus efectos, aunados a las marejadas ciclónicas y el hundimiento de la tierra, ya se pueden observar hoy. El crecimiento demográfico en zonas costeras nos coloca en un nivel crítico frente al aumento del nivel del mar con millones de personas que tendrán que construir infraestructura para resguardarse o relocalizarse.

Según los datos de elevación del nivel del mar y la proyección de población, en un escenario de altas emisiones que conduzcan a un aumento de 4ºC en la temperatura global, con una proyección de 8,9 m de aumento del nivel del mar, al menos 50 ciudades importantes, principalmente en Asia, tendrían que enfrentarse a niveles de exposición sin precedentes. Incluso en un escenario hipotético sin emisiones globales desde el año 2020, el carbono que ya se encuentra en la atmósfera podría sostener un calentamiento suficiente para que el mar se eleve en promedio 1,9 metros en los próximos siglos.

Fuente: Climate Central.

Los países asiáticos constituyen nueve de las diez naciones con mayor riesgo, sin embargo, el panorama es más dramático para pequeñas naciones, especialmente islas, en donde el 90% de su población se encontraría debajo de la línea de marea alta con un calentamiento de 4ºC. Incluso con un calentamiento de 2ºC, la amenaza aún afectaría a más del 80% de la población.

Si tendíamos a pensar que los efectos del cambio climático estarían a años luz de nuestra realidad actual, basta con ver las inundaciones de los últimos años en ciudades de China o en Venecia. Algunos estudios han determinado que en los próximos 30 años el nivel del mar en las costas de Estados Unidos aumentará al mismo nivel que en los últimos 100 años.

Algunas ciudades que ya han experimentado un hundimiento de varios metros son Tokio y Yakarta. La primera ha invertido millonarias cifras en construir superdiques para intentar frenar el paso del agua pero, hasta ahora, su extensión se ha visto limitada por el costo y la gestión de demoler estructuras, levantar los diques y construir sobre ellos. La segunda, por su parte, ha experimentado un escenario más dramático derivando en que el presidente de Indonesia anunciara en 2019 que la capital de la nación se relocalizaría en otro sector.

Las muertes y daños causados por el huracán Katrina en Nueva Orleans y las inundaciones del Mar del Norte de 1953 en los Países Bajos evidencian el peligro de vivir detrás de las defensas construidas para enfrentar el aumento del nivel del mar. Los escenarios proyectados plantean la necesidad de construir defensas sin precedentes a nivel mundial o abandonar decenas de ciudades costeras en todo el mundo.

Fuente: Climate Central.

  • Olas de calor e incendios forestales

Para la memoria colectiva los años 2020 y 2021 serán recordados como los años de la pandemia del Covid-19, sin embargo, para muchos ciudadanos también serán recordados por el fuerte impacto que el cambio climático tuvo en sus vidas. En 2021 más de 1.200 récords de temperatura fueron batidos en distintas ciudades de Norteamérica. Por su parte, en Canadá las temperaturas rompieron el récord por tres días consecutivos con un máximo de 49,6ºC desatando numerosos incendios y la muerte de más de 100 personas en la ciudad de Vancouver por la intensa ola de calor.

Sólo en el año 2021 se registraron más de 260 récords de temperatura altas en 26 países, convirtiéndose en el sexto año más caluroso de la historia. Moscú registró su día más caluroso en 120 años, mientras que Siberia (una de las regiones más frías del mundo) se vio asediada por una ola de incendios ocasionando el verano más seco en los últimos 150 años. ¿Cómo olvidar los incendios que azotaron varias ciudades griegas durante el verano?

Ante la escala de incendios forestales que se generan en los países todos los años, es importante recordar los peligros que supone para la vida humana y de los ecosistemas. La inhalación de humo y la ingesta de partículas finas han sido relacionadas con numerosos problemas de salud (respiratorios y cardiovasculares), especialmente en poblaciones más vulnerables como niños, personas de la tercera edad y con enfermedades respiratorias de base como asma. Los incendios también amenazan con convertir los bosques en fuentes de emisiones al liberar a la atmósfera el carbono almacenado.

Aunque los incendios sean una manifestación visible del aumento de las temperaturas, las ciudades también se enfrentan a un enemigo más silencioso que deteriora la salud de las personas y causa numerosas muertes al año: el calor extremo. Las islas de calor aumentan el riesgo de exposición a la insolación y agotamiento por el calor, lo cual representa una de las principales causas de muertes relacionadas con el clima en Estados Unidos. Además, al retener los contaminantes en el aire, puede desencadenar enfermedades respiratorias como el asma. En el ámbito más rural, el calor extremo supone un peligro para los cultivos y el suministro de alimentos, empeora la sequía y afecta el suministro de agua (y de electricidad).

  • Sequías vs precipitaciones

A medida que las temperaturas globales se elevan, también aumentan las tasas de evaporación que secan las superficies terrestres ocasionando mayor cantidad de sequías. Un suelo seco se calienta más fácilmente que un suelo húmedo, lo que hace que el área afectada por la sequía sea aún más caliente, generando un círculo vicioso.

Con un aumento de temperatura de 2ºC la producción de alimentos, así como la calidad de los mismos, se verá altamente comprometida. El rendimiento de productos agrícolas como el maíz, arroz, trigo y otros cereales será sustancialmente menor, afectando principalmente a las regiones de África subsahariana, el sureste de Asia, y América central y sur. El ganado también se verá afectado negativamente por el aumento de las temperaturas, la propagación de enfermedades y la disponibilidad de recursos hídricos. En efecto, más del 50% de la población mundial podría estar expuesta a estrés hídrico en los próximos años y a situaciones de suelo árido.

Lone Rock Beach, Lake Powell en Big Water, Utah, EEUU. Fuente: Justin Sullivan.

Se espera también que el calentamiento de la Tierra produzca importantes cambios en los patrones de precipitaciones que pueden afectar negativamente el suministro de agua, la agricultura, ganadería y la supervivencia de los ecosistemas. En algunas localidades subtropicales se espera que las estaciones secas se vuelvan más secas, hasta en un 10% por cada grado de calentamiento. Algunos de estos fenómenos ocurrirán en regiones desérticas que ya de por sí son bastante secas, pero muchas otras ocurrirán en lugares que actualmente son más templados y semiáridos. 

En contraste con este panorama, en algunas regiones la cantidad de agua que caiga producto de las precipitaciones será mayor, generando inundaciones como las vistas en las últimas semanas en ciudades de Sudáfrica, Filipinas y Australia o el año pasado en Alemania y Bélgica. Según un estudio publicado recientemente, el calentamiento global aumentó las tasas de lluvia por hora en tormentas tropicales y huracanes entre un 5% y un 10%. Al observar el comportamiento de los huracanes y las tormentas más fuertes, estas aumentaron su intensidad entre un 8% y 11%. Entendiendo que los huracanes se alimentan del agua cálida del océano y del aire húmedo, los científicos proyectan que a lo largo de los años, con el calentamiento de los océanos y del clima, se volverán cada vez más potentes. 

  • Pérdida de ecosistemas y especies

Según uno de los últimos informes del IPCC, con un aumento de 2ºC los arrecifes de coral, uno de los ecosistemas más importantes del planeta, prácticamente desaparecerían. De las 105.000 especies estudiadas para dicho reporte, se prevé que el 6% de los insectos, el 8% de las plantas y el 4% de los vertebrados pierdan más de la mitad de su alcance geográfico si el calentamiento global es de 1,5°C. Si el calentamiento sobrepasa los 2ºC estos números aumentan a 18% de los insectos, 16% de las plantas y un 8% de los vertebrados.

Esto cambiará la distribución de muchas especies marinas, aumentando los daños en muchos ecosistemas, lo que impactará directamente a los sectores costeros por la pérdida de recursos y la reducción de la productividad de la pesca y acuicultura.

Fuente: Elaboración propia en base a reportes del IPCC.

La mayor frecuencia de desastres, que se prevé aumente aún más con el incremento de las temperaturas globales, puede agotar los recursos disponibles para que las comunidades se recuperen rápidamente y puedan enfrentar riesgos futuros. De acuerdo al Sexto Informe de Evaluación (IE6) del IPCC publicado en febrero de este año, los avances en materia de adaptación son dispares y las brechas entre las medidas adoptadas y lo que se necesita para hacer frente a los riesgos crecientes son cada vez más profundas. Estas brechas son mayores entre las poblaciones de menores ingresos.

La implementación de medidas de mitigación y adaptación se enfrenta a diversos obstáculos como la falta de información actualizada sobre los avances y retrocesos, la ausencia de financiamiento y tecnología, las limitaciones institucionales (especialmente locales) y la pasividad con la que la sociedad, en general, se enfrenta a temas ambientales en una escala global. Los cambios importantes que se requieren implican muchas veces irrumpir con el modelo económico actual, lo cual desencadenará una redistribución del capital para poder aumentar el financiamiento para medidas de mitigación y adaptación, así como el fortalecimiento de las capacidades de las autoridades nacionales, subnacionales, la sociedad civil y el sector privado.

Si los cambios transformadores dependen, en su mayoría, de los líderes políticos y económicos, surgen más inquietudes que certezas respecto a si las medidas que estamos implementando (o la falta de ellas), conducirán a un aumento de las temperaturas por encima de los 2ºC. ¿Qué capacidad de acción tenemos los planificadores urbanos ante este escenario?

Aunque consideremos que nuestro aporte no es lo suficientemente preponderante frente al escenario global, lo cierto es que urge cambiar la mirada con la que planificamos y construimos nuestro entorno. Las redes de parques y espacios abiertos, la protección de humedales urbanos y bosques, la agricultura urbana, el diseño sensible al agua, la incorporación de infraestructura como techos y fachadas verdes, la inclusión de energía solar en nuestras edificaciones, la implementación de sistemas de transporte más sustentables, son todos elementos que brindan beneficios tanto para la mitigación como para la adaptación frente a las manifestaciones climáticas. Estas iniciativas pueden reducir los riesgos de inundación, la captación de agua disminuyendo la presión sobre los sistemas de alcantarillado, los efectos de islas de calor urbano y pueden generar beneficios para la salud con la reducción de la contaminación del aire.

Si queremos un futuro sostenible el camino es claro: no hay espacio para la inacción. Como planificadores, pero sobre todo como ciudadanos, cada acción, cada minuto y cada centígrado cuenta.


Foto de portada: kwest/Shutterstock.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Recibe nuestro resumen mensual en tu correo electrónico.

Recibe nuestro resumen mensual en tu correo electrónico.