Parques, plazas y otros espacios públicos son necesarios para el desarrollo de los niños y la construcción de relaciones de confianza entre miembros de una comunidad. Son los espacios donde los vecinos se encuentran y se genera actividad económica, se explora la creatividad a través de la expresión artística y se desarrolla la identidad colectiva de los ciudadanos. Sin embargo, a pesar de su importancia, no todos tenemos adecuado acceso a espacios públicos de calidad.
Uno de los grandes retos en el diseño urbano es asegurar espacios públicos de calidad para todos pero, en contextos de alta densidad y poca disponibilidad de suelo para este tipo de desarrollos, ¿cómo logramos que más personas vivan cerca de parques y plazas que les otorguen los beneficios que tienen los espacios públicos en la vida urbana?
Planificadores de distintas partes del mundo han identificado que en muchas ciudades ya existe el espacio y, en algunos casos, la infraestructura para brindar acceso a espacios públicos a comunidades que antes no lo tenían. La idea parte del aprovechamiento de patios y canchas escolares que están completamente en desuso fuera de los horarios de clase o durante los meses de vacaciones escolares. Muchas escuelas con espacios abiertos de calidad o con un potencial de acondicionamiento ideal se encuentran en zonas de alta densidad y necesidad de lugares para el esparcimiento.
Los programas de apertura de patios escolares permiten mejorar el acceso a espacios públicos sin gastos por adquisición de nuevos terrenos y asegurando que sean de libre acceso para la comunidad, al igual que cualquier otro parque, en los horarios en los que no estén siendo utilizados por los estudiantes o en actividades académicas. Esta estrategia es implementada a través de un modelo de coordinación entre las comunidades, instituciones académicas, organizaciones sociales y los gobiernos locales, según requiera el caso.
Foto: Gundula Vogel.
Replicando el modelo
Muchas ciudades alrededor del mundo han implementado planes de este estilo. En Nueva York se conoce como Schoolyards to Playgrounds e inició en 2007, prometiendo 290 patios escolares. Poco después, San Francisco inició el Shared Schoolyards Project con 50 patios que sumaron un total de 5.4 hectáreas de espacio público abierto a la ciudad. Por su parte, París, en el marco de su estrategia de resiliencia urbana en 2017, se comprometió a implementar un programa similar.
Hoy en día, la apuesta a favor de la apertura de patios escolares para las comunidades sigue siendo bastante sólida. Según un reporte realizado en el 2019 por el Trust for Public Land, más de 100 millones de personas en Estados Unidos no tienen un parque o plaza a 10 minutos a pie de su casa o menos. El mismo estudio demostró que, de otorgar acceso público a todos los patios de las escuelas públicas del país, se podría facilitar espacio público nuevo para más de 19 millones de personas en el país, incluyendo 5.2 millones de niños y niñas.
La idea suena bastante sencilla, pero puede conllevar a un complejo modelo de gestión de estos espacios, asumiendo que tendrán mayor intensidad de uso y diversidad de usuarios. Es por esto que, en Estados Unidos, el Trust for Public Land ayuda a ciudades y comunidades a establecer acuerdos de uso compartido entre las escuelas que colaboran con el programa, los vecinos y los gobiernos locales. Estos acuerdos definen claramente las responsabilidades y expectativas de cada actor involucrado, y plantean la nueva distribución de costos de mantenimiento necesaria para el funcionamiento de estos programas.
Beneficios para las escuelas
Más allá de los beneficios de un nuevo espacio público para la comunidad, los programas de apertura de patios escolares también pueden generar mejoras significativas en la calidad de los patios de las escuelas que participan en ellos. Al abrirse a su contexto urbano inmediato y pasar de ser espacios semi privados a espacios públicos, los patios están expuestos tanto a las complejidades como a los beneficios de su entorno. Es por esto que se hace importantísima la coordinación de actores involucrados, para asegurar que siempre estén en óptimas condiciones para su uso.
Un ejemplo de mejora de patios escolares sucedió en Dallas, Texas. Muchos de los espacios destinados para su apertura al público no cumplían con los estándares de calidad que la ciudad establecía para parques y plazas, sobre todo con respecto a la proporción de área de cubierta vegetal y arborización. En este caso, con el apoyo de organizaciones enfocadas en la recuperación y mantenimiento de la cobertura vegetal de la ciudad, se logró mejorar la calidad de los patios de algunas de las escuelas sembrando nuevos árboles e instalando jardines que mejoraron la experiencia de los usuarios, incluyendo los estudiantes de la escuela.
Así mismo, la naturaleza participativa de estos programas representa una oportunidad para incluir a miembros de las comunidades adyacentes y niños y niñas que estudian en las instituciones participantes en el proceso de diseño y toma de decisiones, fomentando así la participación ciudadana y el sentido de pertenencia de la comunidad sobre sus espacios públicos.
Foto: The Trust for Public Land.
La oportunidad en contextos urbanos complejos
En contextos de desarrollo urbano orgánico o zonas de barrios, comunes en países en vías de desarrollo, la práctica de patios escolares abiertos a las comunidades tiene un potencial aún mayor. Estos sectores están caracterizados por su alta densidad y deficiente dotación de servicios públicos y lugares de esparcimiento. Sin embargo, muchos de estos sectores también cuentan con instalaciones educativas que tienen infraestructura para proveer servicios más allá de sus muros.
La adecuada implementación de programas de patios escolares abiertos en zonas de barrios podría proveer de espacios públicos a miles de personas en una ciudad, especialmente a aquellas con mayor oportunidad de aprovechamiento de sus beneficios ya que son estas las comunidades que suelen tener menor acceso a bienes y servicios.
Hoy en día, muchas escuelas prestan sus espacios para jornadas de salud, actividades culturales y oportunidades de encuentro para la comunidad, especialmente en zonas tradicionalmente desatendidas. De contar con el apoyo de los gobiernos locales y otras organizaciones con influencia, estos esfuerzos locales podrían integrarse como parte de una estrategia de generación de una red espacios públicos integrales bajo el modelo de apertura de patios escolares.
Foto: Jeanne Noonan, NY Daily News.
Pensar en los equipamientos urbanos de forma diferente
Abrir patios escolares a la comunidad plantea también nuevas posibilidades sobre el diseño de equipamientos urbanos y sus áreas comunes para lo que es importante responder algunas interrogantes ¿cómo responde la arquitectura de las escuelas a su entorno inmediato? ¿qué tan versátil es la infraestructura y distribución espacial de los equipamientos? Estos detalles cobran mayor importancia al pensar en cómo se intensifica el uso de estos espacios, con mayor diversidad de actividades y audiencias. Programas de este estilo refuerzan las ideas de adaptación y multitemporalidad de los equipamientos y espacios públicos, agregando una capa de complejidad que es necesaria en la gestión urbana.
Profundizando en estas ideas, que refieren a la integración de los espacios internos y externos a través de la permeabilidad de las fachadas que dan frente a espacios públicos, se puede evaluar también la implementación de agendas programáticas por parte de instituciones académicas y culturales. Estas agendas podrían influir activamente en la activación y cuidado de plazas y parques ya que extiende el rango de acción de estas instituciones al ámbito público. El caso de intervención de la Plaza Bolívar de La Vega en Caracas es un claro ejemplo del potencial de estas estrategias de coordinación entre actores para la prevención de la violencia.
Los retos a los que nos enfrentamos hoy en día en las ciudades, donde el acceso a bienes y servicios es cada vez más crítico para el desarrollo personal, especialmente en niños, nos llama a ser creativos y pensar la ciudad más allá de su expresión espacial. Como profesionales del hacer urbano debemos considerar todos los recursos que pueden mejorar la calidad de vida de las personas, especialmente a través de estrategias de coordinación y cogestión.
Foto de portada: Daniel Ávila, NYC Parks – The Atlantic.